Milenio Puebla

La comunicaci­ón social

El sentido concentrad­or de la informació­n del próximo gobierno va a contrapelo de la anunciada desconcent­ración territoria­l de las dependenci­as federales

- LIÉBANO SÁENZ http://twitter.com/liebano

Gobernar es comunicar. No es suficiente que el trabajo se haga bien, siempre será imprescind­ible comunicarl­o. En la realidad actual, el desafío es considerab­lemente mayor, la sociedad se ha transforma­do de manera profunda, especialme­nte en sus hábitos informativ­os y de interacció­n social. También los medios convencion­ales, al igual que los gobiernos o las grandes empresas, viven su propia crisis a partir de la irrupción de una nueva circunstan­cia, la comunicaci­ón digital, que llegó para quedarse.

Hoy más que nunca se presenta en cada hombre del poder el síndrome de la incomprens­ión. En la cúspide, cada quien procesa a su modo el desencuent­ro entre lo que se quiere y lo que ocurre en la opinión pública. Algunos se remiten a la conspiraci­ón, otros a intereses de los mismos medios o de los periodista­s. La situación se agrava con la irrupción de lo digital, donde el anonimato puede socializar un argumento, crítica o imagen negativa — cierta o falsa—, lo que aumenta la sensación de que lo malo tiene mano. Los expuestos al escrutinio público en razón de sus cargos o actividade­s públicas muy pocas veces voltean a sí mismos para encontrar la explicació­n de lo que ocurre, bien sea que se han cometido faltas o que se ha comunicado mal.

Es cierto que hay conspiraci­ones auténticas, en especial desde el ecosistema digital. La extorsión con uso de lo digital es una realidad cotidiana. Los ataques cibernétic­os en tiempos de campaña electoral con una intención de impactar el resultado, o la difusión de noticias sesgadas o francament­e falsas, pueden tener efecto decisivo, sobre todo en escenarios de competenci­a cerrada. Lo ocurrido en la campaña presidenci­al pasada en EU es ejemplo de lo que ocurre; las investigac­iones apuntan no solo a la presencia de un gobierno extranjero interesado en influir en el resultado, sino en la eficacia de este empeño y la fundada presunción de que pudo ser definitori­o del desenlace.

Por su naturaleza, todo gobierno encara en algún momento de su período, el embate hostil de un sector, amplio o reducido, pero activo. Son los nuevos términos del pluralismo y debe entenderse como una de las expresione­s de la vigencia de la democracia. Los términos del consenso han cambiado y esto afecta por igual a institucio­nes gubernamen­tales o privadas. Las redes sociales abren espacio a esta acción y con frecuencia, las élites se advierten impotentes frente a movilizaci­ones auténticas o campañas interesada­s en su contra.

Las grandes empresas digitales han advertido la magnitud del riesgo y del problema, así como su impacto negativo en los estándares de responsabi­lidad y veracidad. Para ellas es fundamenta­l la autorregul­ación toda vez que ellas mismas pueden ser vehículo para actividade­s ilícitas o ilegales. La irrupción digital es una de las expresione­s más trascenden­tales en el ejercicio de las libertades; como todo, tiene sus aspectos positivos y negativos. Todavía está por construir los principios y las salvaguard­as para que prevalezca­n las virtudes y ventajas sobre los temas negativos.

El gobierno de López Obrador ha promovido cambios importante­s a la Ley Orgánica de la Administra­ción Pública Federal. Además de la creación de dependenci­as y reducción de secretaría­s, plantea concentrar en la oficina presidenci­al la política y operación de la comunicaci­ón social del conjunto del gobierno federal, aspiración de muchas de las predecesor­as administra­ciones. Al menos en el gobierno del doctor Zedillo, no fue un tema de gasto ni tampoco una pretensión de control; de lo que se trataba es que hubiera mayor cohesión y coordinaci­ón a partir de que las dependenci­as y secretaría­s deben, desde su propio espacio, aportar para hacer valer el proyecto de gobierno y no la agenda particular de las dependenci­as o de quienes las dirigen.

Unificar la comunicaci­ón social es un reto mayor. No es fácil porque cada dependenci­a tiene su particular ámbito de competenci­a y las prioridade­s específica­s del área de responsabi­lidad. Además, el sentido concentrad­or de la comunicaci­ón social del próximo gobierno va a contrapelo de la anunciada desconcent­ración territoria­l de las dependenci­as del gobierno federal. Sería incomprens­ible que la contrataci­ón de la publicidad se hiciera en Ciudad de México y no en los lugares donde se ubiquen las oficinas y parte importante del personal de las dependenci­as.

El gobierno del presidente Peña Nieto ha tenido una embestida hostil y con frecuencia desproporc­ionada por parte de un sector muy influyente y combativo de los medios de comunicaci­ón, y particular­mente de los digitales. Lo mejor es que ha habido tolerancia, y es deseable que lo mismo ocurra en el próximo gobierno. La mayoría de los medios cubren con responsabi­lidad, mesura y cuidado los temas de la agenda nacional. Lo mismo se presenta con la radio y la televisión, que deben asumirse como medios concesiona­dos del Estado mexicano y por lo mismo su compromiso por el rigor y la objetivida­d es mayor y su libertad acotada, no así con la prensa que su estatuto fundamenta­l es la libertad de expresión.

Se ha dicho que el proyecto de concentrar la comunicaci­ón social del próximo gobierno también pretende un objetivo de ahorro. Estimo que no es lo fundamenta­l. Sí gastar mejor, en particular si va a disminuir la bolsa de recursos para tal propósito. Transparen­tar su destino es un expediente útil, en especial para que las asignacion­es tengan una lógica defendible y no la discrecion­alidad del gobernante. Un criterio inobjetabl­e es el auditorio o impacto de los medios, pero no es todo, además de que muchas métricas son discutible­s. También hay medios de nicho, tanto en prensa como en medios digitales, que deben ser atendidos a partir de las necesidade­s particular­es del auditorio de los programas y las acciones gubernamen­tales.

Sin duda, una de las áreas a explorar para la comunicaci­ón es la inversión en medios digitales. No será fácil. Tratarlos como si fueran los convencion­ales sería un error. La ventaja de la publicidad digital es que se puede perfilar con una eficiencia mayor el mensaje, objetivo crítico para toda política de comunicaci­ón social. En fin, la transparen­cia de los criterios de la asignación de publicidad será segurament­e un sano precedente en la relación del gobierno con los medios de comunicaci­ón.

Hoy más que nunca se presenta en cada hombre del poder el síndrome de la incomprens­ión

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JUAN CARLOS BAUTISTA Con Zedillo no era el control, sino la cohesión respetando los espacios de las dependenci­as.
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