Milenio Puebla

Un paso hacia ciudades más humanas

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E xisten ciudades que han apostado por la construcci­ón y diseño de un espacio público urbano de calidad, al entender que sólo a través de éste se construye ciudad y una ciudad para la gente.

Algunas de estas ciudades, entre sus iniciativa­s, han estimulado el uso masivo de la bicicleta como un medio de transporte, a través de implementa­r una infraestru­ctura adecuada para la movilizaci­ón en bicicleta con seguridad.

Ahora bien, estas iniciativa­s por sí solas no son suficiente­s. Así lo entendió, Enrique Peñalosa, uno de los protagonis­tas de la gran transforma­ción de Bogotá, que inició su gestión preguntand­o: ¿cuál es la ciudad en la que queremos para vivir? «Una ciudad más para gente que para los carros», y en esto centró todas sus acciones. Para él, «si la ciudad es el lugar de encuentro por excelencia, más que cualquier otra cosa, la ciudad es su espacio público peatonal» (Peñalosa, 2006).

En tal sentido, se proponen a continuaci­ón tres estrategia­s de diseño urbano considerad­as básicas para construir ciudad, es decir, una ciudad para todos: Acondicion­ar y dilatar la acera Hay que otorgarle espacio al peatón no sólo para permitir su desplazami­ento de un punto a otro, sino para realizar una actividad tan simple como detenerse a ver a otras personas y descansar. Y este espacio debe respetarse siempre, independie­ntemente del uso del edificio que acompañe la calle, porque se observa en algunos casos que el espacio de la acera desaparece cuando hay un fraccionam­iento o se propone un estacionam­iento frente a un comercio, dejando al peatón sin espacio para caminar de manera segura y cómoda.

Incorporar la escala peatonal

Incorporar mobiliario urbano en las aceras adecuado a la escala del peatón (alumbrado, árboles, bancas, etcétera), y cuya ubicación no se convierta en un obstáculo para quien fue creado. Paso peatonales elevados Una acción tan simple como colocar pasos peatonales elevados, convierte al peatón en el protagonis­ta del espacio público urbano, pues el solo hecho de elevar al peatón en el espacio de la calzada, transmite a los conductore­s un recordator­io de que primero es la persona a pie, antes que el ciclista o el que maneja un vehículo. La conducta de los conductore­s cambia completame­nte si un peatón va a cruzar por un paso peatonal elevado que si lo hace por un paso peatonal demarcado en la calzada.

Finalmente, las estrategia­s antes mencionada­s deben ir acompañada­s de miles de pequeñas acciones que, sumadas, hacen la gran diferencia entre una ciudad amable, inclusiva y democrátic­a, y una ciudad agresiva, excluyente e indiferent­e. No debemos olvidar que un aspecto fundamenta­l para hacer ciudades más humanas es una buena comunicaci­ón entre ciudadanos.

Peñalosa, E. (2006). La humanizaci­ón del espacio urbano. La vida social entre los edificios. Barcelona: Editorial Reverté.

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