La medicina al alcance de todos
A veces, hay que decirlo, me impacientas las redes sociales. O mejor: me aburren. Yo no sé qué hicimos no hace mucho sin ellas. Fuimos los mismos, íbamos a las cabinas telefónicas a solicitar una llamada de larga distancia “por cobrar” o enviábamos telegramas de cumpleaños o tarjetas navideñas de esas que ahora no existen. El caso es que el martes anterior se celebró el día del médico. Dedico estas líneas a mi hermana Olaya, especializada en Psiquiatría Infantil y del Adolescente y a mi primo, Cirujano de Retina, Gerardo Alberto. A ellos y a mi condición de hipocondríaco debo algunas teorías que tienen que ver con la práctica médica.
Debo mencionar aquí todas las lecturas que me ha proporcionado Arnoldo Kraus para entender la Bioética: la relación que guarda el paciente hacia su médico y al revés. Mención merece Susan Sontang, quien me mostró que una que otra enfermedad se con-vierte, de acuerdo a la época, en origen romántico (Cfr. “La enfermedad y sus metáforas”) y también a mi guía imprescindible Oliver Sacks de quien he leído toda su obra. ¿Qué habría pasado sin el encuentro fortuito del Psiquiatra español Carlos Casilla del Pino quien me llevó por el camino de lo llamado y conocido como “Psicosomático”?
Está bien: lo que he aprendido y he practicado tiene otros nombres: mis maestros de aula Rosa Icela Arellano, Jorge Barragán y Víctor Fernández.
En los talleres literarios experimenté, llevando al plano de la ficción, la enfermedad. He escrito sobre el asunto. Nada importante, quizá pero sí mis internas vivencias que a nadie le interesan.
Veo que los años han pasado rápidamente.
En la medicina los recursos tecnológicos han contribuido a que el hombre tenga una mejor calidad de vida. Sin duda. Sin embargo los médicos han dejado de palpar, han puesto número en vez de nombres a los expedientes y, lo más importante, han dejado de escribir (como se hacía en el siglo XVIII) el historial clínico de sus internados. ¿A qué viene todo esto? Hoy, si el lector lo quiere constatar, puede consultar a su médico en línea.
Una famosa página de la Internet nos ha puesto médico en casa.
Me asombra que haya tanta falta de humanidad.
Pero todo debe estar mal: un diagnóstico se basa en estudios de laboratorio, en conductas, en síntomas.
Precisamente hace poco me enteré por un programa de TV que la mitad de los seres que habitan el mundo no tienen seguridad social y que mueren miles de personas al día por atención inadecuada.
Los pobres (los “Marginados de la tierra”, título de Franz Fanon), estamos conde-nados a entrar al mundo de la enfermedad y enfrentarla sin grandes recursos.
Es por eso que al inicio de esta nota hablé de la insólita propuesta de la Internet y sus pobres recursos. Lo he dicho: provengo de familia de médicos de abolengo tal como lo decía mi abuela. He dado un par de ejemplos de médicos excepcionales no sólo porque sean parte de mi familia, sino porque cotidianamente veo su esfuerzo y dedicación.
No creo todo lo que dicen las páginas electrónicas.
Le creía más a Lolita Ayala y su “información que cura”. m