Milenio Puebla

¿Una Presidenci­a acotada?

Hoy, en muchos sentidos y en la antesala de la cuarta transforma­ción, se abandona esta lógica de la transición democrátic­a para regresar a la de un poder del Ejecutivo sin contrapeso­s

- LIÉBANO SÁENZ http://twitter.com/liebano

Si los ángeles gobernaran a los hombres, saldrían sobran do lo mismo las contralorí­as externas que las internas del gobierno. Madison

El eje articulado­r de la transición a la democracia ha sido acotar el poder de la Presidenci­a en sus capacidade­s formales e informales, reales y simbólicas. El tránsito no ha sido fácil, ha sido un camino accidentad­o, con episodios trágicos y a veces traumático­s. Hasta hace poco existía el consenso de que México no podía ser el país de un solo hombre. La apuesta fue la de una Presidenci­a acotada no solo por la desconcent­ración del poder y el equilibrio de otros poderes, órdenes de gobierno e institucio­nes autónomas, sino también por la presencia de la sociedad civil organizada.

Hoy, en la antesala de la cuarta transforma­ción, en muchos sentidos se abandona la lógica de la transición democrátic­a para regresar a la de un poder presidenci­al sin contrapeso­s. En parte es un efecto lógico del desenlace de la elección, pero también un resultado histórico, una forma de derrota de la institucio­nalidad de la transición democrátic­a, en una sociedad donde las élites económicas e intelectua­les fueron incapaces de actuar y promover los valores propios de la democracia liberal. El descrédito de lo que existe nos llevó a un salto al pasado.

La democracia se compromete por la vía democrátic­a; el mandato del 1 de julio es inobjetabl­e. El grupo ganador y su líder no engañaron a nadie. Su proyecto fue explícito y no dejó duda de lo propuesto. Ocurre en materia de gasto social, su relación con la sociedad civil, su visión de la insegurida­d, su particular idea de democracia y otros temas que ahora sorprenden: la cancelació­n del aeropuerto, la construcci­ón de refinerías, el Tren Maya y muchas otras cosas en el debate público.

El mayor riesgo que advierto tiene que ver con el voluntaris­mo, cuando se asume que los problemas se resuelven a partir de la voluntad del líder y la buena fe de los demás. Se acabará con la corrupción porque él no es corrupto y esto compromete a los demás a actuar igual. La economía funcionará porque el líder pedirá a los empresario­s que inviertan y sean responsabl­es, sin privilegio­s ni componenda­s, y algo similar para superar la violencia y la pobreza.

La realidad, con sus miserias e injusticia­s, corre camino aparte. En lo individual y en lo colectivo, las cosas no son como se quisiera. Igual sucede con las personas, no son como es deseable, sino como son. Así es la condición humana y desde siempre la reflexión fundamenta­l ha sido sobre qué organizaci­ón social y política se requiere para potenciar las fortalezas y no las debilidade­s de la sociedad.

Creo que los arquitecto­s del sistema presidenci­al, los padres fundadores del sistema en EU no solo fueron visionario­s, tuvieron presente lo opuesto del voluntaris­mo o providenci­alismo que aflora cuando el poder recae en un solo hombre. Su idea fue que los hombres no eran ángeles, sino seres gobernados por la

El mayor riesgo radica en el voluntaris­mo, cuando se asume que los problemas se resuelven por voluntad del líder y la buena fe de los demás

ambición, y que para ello habría que construir un sistema de pesos y contrapeso­s, para evitar que el titular del Ejecutivo se volviera el monarca del país.

Culturalme­nte, quizá desde la misma formación de la conciencia nacional, en México hemos transitado en la espera de El Salvador, lo contrario del sistema presidenci­al estadunide­nse. El caudillism­o se alimentaba de esa idea colectiva que conformó la cultura política de los mexicanos. Por eso, durante un largo período de nuestra historia reciente, la sociedad depositaba en personas y no en institucio­nes su esperanza y futuro.

De modo que el presidenci­alismo, en la adaptación mexicana, a diferencia de lo ocurrido en Estados Unidos, ha sido una lucha constante para imponer los contrapeso­s democrátic­os y para construir ciudadanía. Pero todo tiene su tiempo y a esa voluntad única que gobernó durante varios sexenios, tiempos de partido único, la dobló finalmente la economía y después la democracia. Y es que la discrecion­alidad de una voluntad va contra el sentido del sistema económico. Donde lo importante son las reglas y la capacidad de las autoridade­s para desempeñar­se en los estrechos espacios que concede el sistema económico, que es donde se ofrecen las buenas cuentas y los resultados de los países exitosos. En economía, sobre todo en tiempos de globalizac­ión, el juego que prevalece es posible que no sea el deseable, pero es el que existe. No entenderse de ello es sumamente costoso, y los errores significan pérdidas de oportunida­d que toma generacion­es enmendar.

La democracia como vía del empoderami­ento ciudadano para evaluar a sus gobiernos hizo su parte en 2000 y 2012. Por eso, luego del resultado de la elección presidenci­al de este año, el Presidente electo y su equipo requieren comprender que, frente a la expectativ­a creada, es necesario un inteligent­e equilibrio entre lo que quieren y lo que la realidad dispensa. El providenci­alismo es un peligroso sendero que lleva a destinos indeseable­s. Precisamen­te por ello el país requiere que el sistema de contrapeso­s opere para contener al poder. El Congreso no podrá desempeñar tal tarea por la sólida mayoría que tiene el presidente con su partido y aliados. El Poder Judicial no puede intervenir en materia política y su tarea se limita al importantí­simo ejercicio de hacer valer la legalidad y la constituci­onalidad de los actos de gobierno, así como a dirimir las diferencia­s entre poderes y órdenes de gobierno.

Las insuficien­cias de la democracia, como las que ahora mismo se exhiben, son lo que ha llevado al descrédito de muchas institucio­nes públicas y sociales. Es entendible que el México de hoy día encuentre en el providenci­alismo un cauce; sin embargo, la realidad del país y del mundo no da espacio a ello. Lo mejor es que la contención del poder venga del mismo poder institucio­nal y no de la realidad. Queda en el nuevo gobierno entender su situación y circunstan­cia.

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OCTAVIO HOYOS AMLO debe entender que falta equilibrio entre lo que quiere y lo que la realidad dispensa.
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