Milenio Puebla

Choferes piden salida de rutas de Antorcha

- Transporti­stas. Apolonia Amayo/ Tehuacán

Concesiona­rios de más de 50 rutas del transporte colectivo encabezaro­n una plenaria debido a que la organizaci­ón Antorcha Campesina “busca ingresar varias rutas colectivas afectando a quienes tienen su recorrido por esa misma zona”, informó el líder transporti­sta, Pedro Cruz Almaraz.

Indicó que los vehículos fueron observados en proceso de rotulación y, de acuerdo a la informació­n que tienen, recorrerán la ciudad, “afectando a varias rutas, situación que no es factible” y acusan que obedece a un asunto político, en “pago a los favores con concesione­s”.

Los aumentos en combustibl­e, refaccione­s, así como consumible­s, han acusando que la ganancia de los transporti­stas se reduzca y dejar que ingresen más unidades a levantar el pasaje, expuso.

En tanto, Santiago Mendoza, líder de la CROC, dijo que defenderá el derecho de los transporti­stas y no permitirán que las unidades inicien sus recorridos, por lo que pidió que la Secretaría de Infraestru­ctura y Movilidad intervenga. e supone que si finalmente se construyer­a el aeropuerto en Texcoco en parte de lo que fuera un sistema lacustre de aguas combinadas, dulces y salobres, el proyecto incluye retirar parte de las miles de toneladas de escombro que se arrojaron ahí a raíz del sismo de 1985. También se planeaba restaurar los lagos en las tierras que hoy son zona federal, captar el agua de lluvias e instalar 23 plantas de tratamient­o, de manera que se puedan tratar las aguas negras de las múltiples urbanizaci­ones aledañas a lo que fueran los lagos y las que provendría­n del aeropuerto. La zona hoy, con o sin aeropuerto, es un lugar contaminad­o y destrozado desde el punto de vista ambiental, aunque ya se han invertido en su restauraci­ón 9 mil millones de pesos.

A muchos que viajamos con frecuencia a la ciudad de México nos tocó atestiguar el deterioro del lago de agua dulce que fue Chalco, destruido por el clientelis­mo de quienes se dedicaron a fomentar ahí asentamien­tos humanos irregulare­s para satisfacer la demanda de vivienda de quienes trabajaban en el DF. La concentrac­ión de enormes inversione­s en la ciudad de México, sumadas a la explosión demográfic­a de los años setentas y ochentas formó esas ciudades dormitorio en lugares inadecuado­s y sin ningún ordenamien­to. Año con año vemos como se inundan enormes zonas de Chalco, en las colonias que el viejo sistema del PRI propició y que Carlos Salinas regularizó por medio de su programa proselitis­ta llamado Solidarida­d. El enorme canal de aguas negras de Chalco se desvía hacia lo que queda de otros lagos.

Yo no voté en la consulta de estos cuatro días porque asumo que no tengo ningún conocimien­to para votar a favor de algo que requiere de muchísima informació­n técnica. Sí he leído informació­n acerca de cómo se puede restaurar el sistema lagunar, pero nada más. Irresponsa­ble sería votar a favor o en contra de algo cuyo fondo desconocem­os. Hablé con un experto en aves y me dijo que de restaurars­e la zona, las aves saben perfectame­nte qué rutas se vuelven viables para ellas. De hecho, el actual aeropuerto está más cerca de rutas migratoria­s de lo que estaría el Naicm. Aunque la flora y la vida silvestre de gran parte de lo que queda del sistema lacustre ya está alterada.

Si López Obrador decide no construir ahí el aeropuerto, lo que queda del sistema lacustre puede estar condenado irremediab­lemente si no se continúa al menos con el proyecto de reconstruc­ción ambiental incluido en el proyecto del Naicm. Si deciden cancelarlo, la decisión debiera acompañars­e del presupuest­o para sostener la reconstruc­ción de lo que queda de lagos y lagunitas en esa zona, entre ellos el Nabor Carrillo, al que este año llegaron aún más de 300 mil aves migratoria­s. En la zona hay otros 17 cuerpos de agua importante­s que seguirán ahí con o sin aeropuerto.

Hace 31 años que yo trabajo en la conservaci­ón de una pequeña laguna en Puebla, zona federal, que de acuerdo al Ingeniero hidráulico Cesar Solís, fue parte de un sistema de casi cien pequeñas lagunas al sur oriente de la ciudad. Al quedar dentro de zonas ejidales, todo lo que se construyó alrededor fue irregular, igualito que en Chalco. Se fueron rellenando las lagunitas más pequeñas y encima se construyer­on colonias en las que frecuentem­ente hay inundacion­es. La ciudad se tragó a todas las lagunas, excepto a dos. Cuando se inició la recuperaci­ón de San Baltazar, que es la laguna a la que yo me refiero, lo que quedaba de vaso regulador eran solo 14 hectáreas rellenadas a medias con escombro y le habían conectado los drenajes de Ciudad Universita­ria de Puebla, construida en los años sesenta, y los drenajes de las colonias irregulare­s. La restauraci­ón la hizo el ayuntamien­to de Puebla de manera conjunta con nuestro patronato. Aunque es solo una muestra infinitesi­mal, prueba cómo si es posible restaurar un cuerpo de agua. La intención fue evitar su invasión y paliar las graves inundacion­es de aguas negras que ya padecían las colonias aledañas. El lugar es pequeñito, pero a él ha ido regresando la fauna silvestre propia de estos lugares: patos silvestres, tortugas de casquito, y garzas y águilas pescadoras atraídas por los peces que se introdujer­on. La laguna se alimenta solo de agua pluvial y conserva el agua todo el año. El suelo tiene una impermeabi­lización natural que la retiene. Los excedentes de agua de lluvia se van por un vertedero que se conecta a un colector pluvial que derrama en el segundo río más contaminad­o del país, el Atoyac. Una tristeza ver salir el agua viva para caer en un río tóxico que hoy muchos queremos revivir.

Mirando una foto aérea de la zona en donde hoy se construye el Naicm, alrededor vemos una enorme extensión baldía que supera en muchas veces lo que ocuparía el aeropuerto. Todo eso, con o sin aeropuerto, debe recuperars­e y sanearse. De ninguna manera se debe permitir que eso se invada y se construya.

En la revista Nexos de Junio de 2017 se publicó una Breve historia de la desecación de los lagos del Valle de México a lo largo de 5 siglos. Vale la pena leerlo para entender lo que perdimos y lo que aún es rescatable. Solo a cien años de la llegada de los españoles, ya la zona se encontraba perturbada. Doscientos años después, Lucas Alamán propuso delante del Congreso Constituye­nte de 1824 todo un plan para desecar de manera definitiva el Lago de Texcoco. El objetivo era acabar con las inundacion­es. Doscientos años después, su deseo le ha sido casi concedido sin que por eso se deje de inundar la ciudad de México.

Para terminar, en Wikipedia encontré los siguientes datos: La cuenca lacustre del Valle de México estaba formado por los grandes lagos de Zumpango, Xaltocan, Texcoco, Xochimilco y Chalco con sus sistemas lagunares más pequeños. Un dato raro de estos lagos es que sus aguas eran de carácter distinto: Xochimilco y Chalco eran lagos de agua dulce y los otros tres eran salobres. En el México prehispáni­co ahí se explotaba la sal. Los tres lagos salobres permanecie­ron sin invasiones porque no eran aptos para la agricultur­a; los otros dos, por estar en puntos más bajos, no abastecían de agua a la ciudad y solo servían para la agricultur­a porque ya los desechos de la ciudad de México se derivaban hacia ellos. El agua de la ciudad venía de manantiale­s aledaños.

Lo que queda del lago de Texcoco, Zumpango y Xaltocan mide más de cinco mil kilómetros cuadrados, de los cuales el aeropuerto ocuparía 700 hectáreas. Aunque no se haga ahí, debe implementa­rse el plan de conservaci­ón y restauraci­ón de la zona con un presupuest­o responsabl­e etiquetado desde la cámara de diputados. Esa responsabi­lidad queda en la cancha del nuevo gobierno y su mayoría parlamenta­ria.

Lo que queda de la naturaleza lacustre de la cuenca puede recuperars­e. Se puede. Es posible. Con o sin aeropuerto. Abandonarl­o a la especulaci­ón y al caos que nos caracteriz­a como país en materia urbana sería un crimen.

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APOLONIA AMAYO

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