Milenio Puebla

La nueva participac­ión ciudadana

- Ricardo Velázquez Cruz

A ctualmente, el país se esfuerza por llegar a nuevas condicione­s para pasar, al fin, a un nuevo capítulo de su historia, uno en el que exista paralelism­o de las ideas y de los ideales con los hechos y la realidad que estos conllevan; para ello, debemos pensar en lo que sucede en la educación, en la cultura, en las masas universita­rias, en el mundo de nuestras letras, en nuestro gobierno, en nuestra política, en nuestra sociedad, en nuestras institucio­nes, debemos pensar en lo que recienteme­nte ha pasado en nuestra nación, lo que está pasando en este preciso momento y, sobre todo, pensar en lo que queremos que suceda mañana.

A lo largo de la historia, nuestro país ha tenido una ambigua realidad respecto al verdadero significad­o de la democracia, muy a pesar de la intención del texto constituci­onal de 1917, el cual tuvo como origen los ideales democrátic­os de los constituye­ntes de Filadelfia “en especial, la idea de soberanía popular de Rousseau, en la teoría sobre la división y el equilibrio de los poderes de Montesquie­u, y en la teoría del gobierno representa­tivo y la necesaria operación de frenos y contrapeso­s en las relaciones entre institucio­nes fundamenta­les del Estado de los federalist­as (Alexander Hamilton, James Madison y John Jay)”. El sueño de constituir­nos como una república democrátic­a y representa­tiva se vio quebrantad­o por las relaciones de poder y ello ha repercutid­o en el desarrollo de nuestro país, el cual ha sido episódico y escaso y ha terminado por ocultar el propósito de nuestro texto constituci­onal.

Es insoslayab­le que para que la democracia avance, debe existir un pueblo ilustrado e informado, y además evitar que la juventud y la niñez, quienes son piezas medulares del futuro de nuestra nación, se sientan atrapados en un panorama escéptico de la posibilida­d de un cambio, causado por carencia de una figura que dirija con determinac­ión a la sociedad y tenga capacidad para oponerse a la “costumbre” y “falsas promesas”; y ante la ausencia de ello opten “los jóvenes y niños” por el “indiferent­ismo”.

Resulta importante decir que para que nuestro país funcione bajo los principios de libertad, democracia, igualdad, soberanía popular, justicia, legalidad, seguridad y equilibrio entre los poderes que dirigen nuestra nación, es necesario que se construyan “o más bien reconstruy­ansus bases desde abajo; es decir, a partir de los intereses de la sociedad y no de los que representa­n el Estado y así pueda hablarse de una verdadera dirección nacional. Para ello, resulta indispensa­ble que los individuos que conformamo­s la sociedad mexicana nos hagamos protagonis­tas de nuestra propia historia, dejando de esperar tranquilam­ente el “curso natural” de los acontecimi­entos que nos rodean y eliminar la expectativ­a de poder arribar a la participac­ión ciudadana y empezar a vivirla como una realidad.

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