La caravana y la crueldad mexicana
Como cada año, ahora acompañando a los miles que siguen caminando por las carreteras mexicanas, ya está en México una caravana de madres de Centroamérica que desde hace 14 años vienen a buscar y a exigir que se busque a sus hijos desaparecidos en México.
Y continuarán los próximos días realizando acciones de búsqueda, de convivencia y de protesta por 12 estados del territorio nacional cubriendo casi 4 mil kilómetros.
Como cada año, lo que quieren es impactar a la sociedad mexicana a la que piden solidaridad con su causa. Solidaridad que no siempre han encontrado.
Este año, además, dentro del Foro Social Mundial de Migraciones que sucederá los días 2, 3 y 4 de noviembre, se realizará un Foro Mundial de Madres, donde por vez primera se dará un encuentro histórico entre mamás de países del Magreb: Mauritania, Senegal, Argelia y Túnez, además de España e Italia, áreas del Pacifico Asiático, Estados Unidos, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala, así como las madres mexicanas.
Hace muchos años que pasar por México es un infierno para los migrantes centroamericanos. Uno que empieza en el Suchiate pero que los persigue por el territorio. Secuestros, robos, violaciones, todo tipo de abusos.
Las policías los extorsionan, muchas poblaciones los excluyen, el crimen organizado los aterroriza y, por supuesto, los mata y desaparece.
En su condición de extranjeros, tratados como ilegales, no se atreven a denunciar y si denuncian a nadie le importa investigar y nada sucede.
Como lo saben las madres de la caravana, cientos, tal vez miles, han quedado en fosas mexicanas.
Ni la tragedia de San Fernando hace ya años provocó en los gobiernos una nueva estrategia. Los presupuestos de las instituciones se han reducido.
Eso sí, luego se cansan nuestros gobernantes de decirles hermanos centroamericanos y cursiladas así.
Hoy el enemigo es Trump, su absoluta crueldad, su racismo y xenofobia, y con razón, pero en estos días un grupo de madres nos va a recordar la deuda que por años ha construido México con los derechos humanos de los centroamericanos.
Ni la tragedia de San Fernando provocó en los gobiernos una nueva estrategia