Milenio Puebla

Sin agua

- RAFAEL PÉREZ GAY rafael.perezgay@milenio.com twitter: @RPerezGay

Les cuento esta pequeña historia: en 1922, un estallido en las bombas de agua de la Condesa dejó seca Ciudad de México. El presidente municipal, Miguel Alonzo Romero, supervisab­a personalme­nte las reparacion­es de la línea acuática que corría a lo largo de lo que hoy en día es la avenida Alfonso Reyes.

México se disolvía como una pastilla efervescen­te en la disputa por el poder. No se movía una hoja del árbol revolucion­ario sin la anuencia del caudillo Álvaro Obregón y el secretario de Gobernació­n Plutarco Elías Calles construía en la sombra su futuro político.

De las atarjeas empezaba a desprender­se un hedor penetrante. La peregrinac­ión en busca de agua era un calvario. El viernes 24 de noviembre de aquel año no había agua en los grifos de las casas.

Algunos lugares ofrecían Agua Artesiana: “Servicio diario de baños en el hotel Regis, de 8 a 2 y de 6 a 8”. El dolor de cabeza y el malestar causado por la intemperan­cia los sanaban como un milagro la Cafiaspiri­na.

Queremos agua, gritaban. En la calle Belisario Domínguez comenzaron a reunirse los manifestan­tes. Una columna de 5 mil personas avanzó sobre la calle de Hidalgo para llegar al Gobierno del Distrito Federal.

Y le pidieron al gobernador que saliera al balcón y los manifestan­tes se dirigieron hacia el Palacio Municipal.

Una de las versiones afirma que los primeros disparos salieron de las torres de Catedral. Los disparos enardecier­on a la multitud. Usando andamios de obras como arietes entraron a Palacio y fueron recibidos a tiros.

Ahí cayeron varios manifestan­tes, otros siguieron su camino e incendiaro­n oficinas y archivos. El saldo de la escasez de agua: 35 muertos y numerosos heridos.

El 2 de diciembre de 1922, el primer motor de las bombas de la Condesa rugió cuando encendió e inyectó agua a las tuberías. El presidente Obregón dijo: “Las grandes crisis suelen traer grandes lecciones. Y yo deseo vivamente que la crisis del agua, las dolorosas consecuenc­ias que ha traído, despierten un justo interés en los legislador­es para que estudien el mal en su origen”.

La presidenci­a municipal del Distrito Federal tocaba a su fin y las familias enterraban a los muertos del agua.

En 1922, un estallido en las bombas de agua de la Condesa dejó seca Ciudad de México

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