Sin agua
Les cuento esta pequeña historia: en 1922, un estallido en las bombas de agua de la Condesa dejó seca Ciudad de México. El presidente municipal, Miguel Alonzo Romero, supervisaba personalmente las reparaciones de la línea acuática que corría a lo largo de lo que hoy en día es la avenida Alfonso Reyes.
México se disolvía como una pastilla efervescente en la disputa por el poder. No se movía una hoja del árbol revolucionario sin la anuencia del caudillo Álvaro Obregón y el secretario de Gobernación Plutarco Elías Calles construía en la sombra su futuro político.
De las atarjeas empezaba a desprenderse un hedor penetrante. La peregrinación en busca de agua era un calvario. El viernes 24 de noviembre de aquel año no había agua en los grifos de las casas.
Algunos lugares ofrecían Agua Artesiana: “Servicio diario de baños en el hotel Regis, de 8 a 2 y de 6 a 8”. El dolor de cabeza y el malestar causado por la intemperancia los sanaban como un milagro la Cafiaspirina.
Queremos agua, gritaban. En la calle Belisario Domínguez comenzaron a reunirse los manifestantes. Una columna de 5 mil personas avanzó sobre la calle de Hidalgo para llegar al Gobierno del Distrito Federal.
Y le pidieron al gobernador que saliera al balcón y los manifestantes se dirigieron hacia el Palacio Municipal.
Una de las versiones afirma que los primeros disparos salieron de las torres de Catedral. Los disparos enardecieron a la multitud. Usando andamios de obras como arietes entraron a Palacio y fueron recibidos a tiros.
Ahí cayeron varios manifestantes, otros siguieron su camino e incendiaron oficinas y archivos. El saldo de la escasez de agua: 35 muertos y numerosos heridos.
El 2 de diciembre de 1922, el primer motor de las bombas de la Condesa rugió cuando encendió e inyectó agua a las tuberías. El presidente Obregón dijo: “Las grandes crisis suelen traer grandes lecciones. Y yo deseo vivamente que la crisis del agua, las dolorosas consecuencias que ha traído, despierten un justo interés en los legisladores para que estudien el mal en su origen”.
La presidencia municipal del Distrito Federal tocaba a su fin y las familias enterraban a los muertos del agua.
En 1922, un estallido en las bombas de agua de la Condesa dejó seca Ciudad de México