Alfredo Campos Villeda
“Resulta provocador que sea Peña el que entregue el Premio Fuentes”
El precandidato sufrió en Guadalajara dos tropiezos cuando de lecturas se trataba
Carlos Fuentes escribió que en el calvario de España, México abrazó el cuerpo caído, le ofreció el amparo de su propio suelo a decenas de miles de españoles y, después de la guerra, mantuvo abiertos los brazos e iluminada la estrella de una España libre y democrática, la que anunció la República. Sin embargo, plantea en su libro Nuevo tiempo mexicano( Aguilar 1994) que hubo una resistencia cultural interna, esa que distingue, dice Fuentes, las dictaduras de Hitler y Franco, una generación que desarrolló un lenguaje de Esopo, de fábula se entiende, en la que participaban autores como Blas de Otero, José Hierro, García Hortelano, Sánchez Ferlosio y los hermanos Goytisolo.
A Luis Goytisolo ha correspondido este año el Premio Internacional Carlos Fuentes. Entendido que es conferido por el gobierno mexicano y la Universidad Nacional Autónoma de México, resulta provocador y fuera de lugar que sea el presidente Enrique Peña Nieto el que lo entregue, el que lea unas líneas evidentemente vacías para él, a juzgar por la historia reciente disponible con un simple rewind al casete de la época.
En la campaña de hace seis años, el entonces precandidato del PRI sufrió un par de tropiezos cuando de lecturas se trataba. Fue en aquel episodio en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en la que fue incapaz de nombrar tres libros que lo hubieran marcado, resuelto con un balbuceo con el que apenas pudo citar La Biblia, y después confundiendo a Carlos Fuentes con unos de sus adversarios, Enrique Krauze.
Consultado al respecto, Fuentes dijo entonces que Peña Nieto estaba en todo su derecho de no haberlo leído y de no conocer sus obras, hasta de confundirlo, pero que un personaje como tal estaba condenado a fallar como Presidente y en su trato con estadistas.
Quien recuerde tales palabras, tan cercanas como de hace seis años, no puede más que reprobar con un movimiento de cabeza que fuera Peña Nieto quien leyera un rollo y entregara el premio.
Una provocación, como decía antes, porque había gente ahí que podía hacer esa función con gran decoro: el rector Enrique Graue, la secretaria María Cristina García Cepeda y el poeta Jaime Labastida.