La Oleada Rosa traspasa las fronteras
Aires
de feminismo soplan alrededor del mundo. Desde el año pasado vemos cómo la fuerza de las mujeres reclama y abre sus espacios en diferentes ámbitos: el social, político y económico.
La última muestra se dio durante las elecciones de esta semana en Estados Unidos, donde no solo hubo un enorme número de mujeres que ganaron puestos de elección popular; sino que también se trató de mujeres con diferentes contextos, razas y agendas. La primera mujer musulmana, la primera mujer indígena americana, la latina más joven, etcétera.
Los grupos “vulnerables”, como todavía debemos referirnos a las mujeres, niños, adultos mayores, indígenas, comunidad LGBT y otros, cada vez tienen más representación política y mediática. Esto debe alegrarnos y también ponernos alertas. En México, los gobiernos locales (como por ejemplo, el de la ciudad de Puebla) están dando la nota por la diversidad, pluralidad y la conformación de los gabinetes donde más mujeres ocupan espacios cada vez de mayor peso en la toma de decisiones. Nuestro Congreso de la Unión alcanzó casi el 50 por ciento de paridad de género. Cada vez hay más gobernadoras, jefas de estado, líderes sociales mujeres, trans, homosexuales e indígenas. La próxima ministra de la política interior en México será, por primera vez, una mujer, una pionera, magistrada de la Suprema Corte de Justicia, luchadora de derechos sociales, de género y humanos. Esto es una señal que debe alentarnos a no bajar los brazos o, como se dice a no “dormirnos en nuestros laureles”; porque, a la par de estas manifestaciones de triunfo también hemos sido testigos de una embestida sexista y conservadora que no habíamos visto antes.
#MeToo, #OleadaRosa, #MiPrimerAcoso, el movimiento pro abortista y otros temas que ocupan la libertad y autonomía de las mujeres también han sido el centro de ataques; pues el mismo nivel de penetración que permitieron
las redes sociales a estos movimientos lo ha tenido la contraparte: grupos que buscan conservar a la mujer persiguiendo solo los roles que históricamente se le han conferido, alejadas de la esfera pública, de las posiciones de poder y del control de su cuerpo, de sus derechos y de su futuro. Hoy, más que nunca, gracias a que la agenda pública la construimos colectivamente, han salido a la luz, tanto aliados como detractores. Precisamente porque podemos hablar con mayor libertad sobre los temas que nos preocupan, también han subido de tono los ataques, la argumentación falaz, los intentos de subordinación ideológica o física y la amenaza.
No es el momento de regresar al silencio, pero tampoco la lucha frontal y sin cuartel nos llevará muy lejos como sexo. Estos tiempos nos exigen que seamos más sofisticadas e inteligentes en el planteamiento de agendas, de posicionamientos, de posturas y de demandas, para poder bordear todos aquellos obstáculos “nuevos o conocidos- de manera que se pueda evitar la polarización
_ encontrar mejores formas de convivencia y sentar las bases de cómo enfrentar nuevas relaciones en el futuro.
Creo que tenemos las herramientas, el empuje, los aliados y la fortaleza para lograrlo. Y que este es el momento en que debemos impulsar estos cambios. Es tiempo de las mujeres.
Los grupos “vulnerables”, tienen cada vez más representación política y mediática