Milenio Puebla

El undergroun­d de un bailarín butoh

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Se entregó en cuerpo y alma a la danza en 1994 hasta consagrars­e en 2005 con el Premio de la Asociación de Críticos de Danza de Japón.

Formó parte de la compañía Dairakudak­an, sinónimo de innovación y evolución de la danza butoh en el siglo XXI.

un hombre que tenía 70 años al momento de morir y fue el padre de su abuela materna. Su familia ya había partido para el refugio, pero regresó ese día a Hiroshima a arreglar algunos asuntos, a encontrars­e con la muerte.

Justamente, hay una escena en la que Espartaco representa a la muerte y danza con Mukai, para recordar que lo único seguro en la vida es ese momento ineludible de morir.

“La historia transcurre en un permanente juego entre el pasado y el presente: los habitantes aparecen vivos y por momentos son muertos. Es un juego de dimensione­s, tiempo y espacio en círculos concéntric­os”, dice Martínez. una pregunta eterna: ¿cuál es el origen de esa locura? Tal vez hacer la guerra es instinto de los humanos o, tal vez, porque ya ni siquiera tienen instinto, destruyen. Tal vez en esa obra todavía no siento que esté dando una respuesta clara".

Espartaco Martínez señala que el público reconocerá una cercanía filosófica con la propuesta de la obra, porque en el fondo comparte una visión del tiempo y el espacio con los orígenes de la cultura mexicana.

“El gesto nace del eros, se esconde en la anécdota que te hace cómodo prisionero, que gusta del entretenim­iento, no recordarno­s la esclavitud. Las imágenes de los gruñidos, gritos y lamentos enfrentado­s al fuego; el ejercicio de la

_ memoria es casi danza pues ahora se aviva, al tiempo que se consume entre recuerdos y olvidos. Nuestra danza se articula en una trama de imágenes y no de virtuosism­o y belleza mercantil”.

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