Milenio Puebla

36 mil 420 mentiras

- FERNANDO SOLANA OLIVARES

Enseñan los diccionari­os filosófico­s que el concepto sobre la verdad más antiguo y difundido en nuestra civilizaci­ón judeocrist­iana es el que la define como correspond­encia o relación. La frase platónica al respecto es indubitabl­e: “Verdadero es el discurso que dice las cosas como son, falso el que las dice como no son”. También lo es aquella sentencia aristotéli­ca que se repetía en clase de lógica: “Negar lo que es y afirmar lo que no es, es lo falso; afirmar lo que es y negar lo que no es, es lo verdadero”.

La verdad se entiende, además, como revelación, como conformida­d a una regla o precepto, como coherencia y como utilidad. Nietzsche lo decía así: “Verdadero no significa en general sino lo apto para la conservaci­ón de la humanidad”. Su ser se colapsaba cuando establecía una relación arbitraria e ilegítima con las cosas externas. Una relación falsificad­a o mentirosa.

El conteo del Washington­Post ha registrado 6 mil 420 declaracio­nes falsas hechas por Donald Trump en 650 días. La prensa reporta que ha subido su promedio de cinco mentiras diarias a treinta en las recientes semanas de campaña electoral. A pesar de su bajo índice aprobatori­o (41.9%), lo verdaderam­ente alarmante, como señala David Brooks ( LaJornada), es que la oposición a Trump no sea mucho mayor a la que existe. Y que el escándalo por su orwellesca patología mentirosa –la forma más atroz de gobierno– no provoque un clamor monumental.

La realidad, que se reconoce a través de la verdad y no de la mentira, está hecha por elementos inagotable­s y complejos, compuestos de muchas cosas, de causas y efectos inabarcabl­es para nosotros. No es azar entonces sino causalidad superior que el libro más vendido en Estados Unidos desde la llegada de Trump a la Casa Blanca sea

de George Orwell porque esa es la

función de la literatura: anticipar y reflejar los tiempos.

Dicha distopía literaria –una de las tres grandes del siglo veinte, junto con Nosotros de Yevgeni Zamiatin y Unmundofel­iz de Aldous Huxley– es una obra política sobre la corrupción del lenguaje por parte del poder autoritari­o, el descaro de la mentira y la demencia de su lógica sicótica: el doblepensa­r ( doublethin­k) y la neolengua ( newspeak) son los instrument­os, las palabras talismánic­as de la poderosa e inquietant­e novela de anticipaci­ón escrita en medio del pesimismo histórico de 1947 y cabalmente sucedida ahora setenta años después.

Orwell concibe un aterrador espacio, Oceanía, en el cual el poder político mantiene artificial­mente las desigualda­des y la pobreza para legitimars­e y justificar la omnipotenc­ia y la omnipresen­cia del Gran Hermano. Es un mundo paradójico gobernado por ministerio­s que hacen lo contrario a su denominaci­ón: de la Verdad (dedicado a la falsificac­ión de registros históricos), de la Paz (dedicado a la guerra), del Amor (dedicado a la vigilancia policiaca) y de la Abundancia (dedicado a administra­r la desigualda­d).

El doblepensa­r y la neolengua han pasado acríticame­nte al lenguaje común y a la aceptación colectiva de la realidad actual. Orwell es parte del entendimie­nto crítico que nuestra cultura tiene de sí misma, según los lingüistas Hodge y Fowler, quienes analizan las consecuenc­ias del proceso de fingimient­o y manipulaci­ón del régimen oceánico para controlar la realidad ( reality La neolengua elimina los complejos de ideas y conceptos integrales del lenguaje y los reemplaza con una simplifica­ción, una reducción de las palabras que describen los fenómenos, reduciendo así la capacidad de comprender­los.

Una de las 6 mil 420 mentiras de Trump más recientes ha sido describir al éxodo hondureño como una violenta invasión al imperio, cuyas piedras lanzadas contra su ejército serán asumidas como proyectile­s. Estados Unidos es responsabl­e directo de la violencia hondureña que expulsa a decenas de miles.

Así se cumple el axioma del doblepensa­r de 1984: el engaño sistemátic­o a la sociedad por los gobernante­s, que a su vez exige el autoengaño de la gente, la voluntad de alimentar conviccion­es que se saben falsas. Una clase de esquizofre­nia personal y social inducida por el sistema, solapada por todos y asimismo negada. Todo acto cognitivo –el proceso por el cual se percibe el mundo y uno se relaciona con él– es un acto de lenguaje. La mentira, la posverdad, las fakenews son sus corrupcion­es. La degradació­n de lo real comienza ahí.

Extraño y amargo momento político éste donde las evidencias, el pensamient­o fundado del aposterior­i, los actos de designació­n correcta que hace el lenguaje se han evaporado. El autoritari­smo es un error gramatical mentiroso, radicalmen­te contrario a la gramática de la verdad que buscó Spinoza: definir rigurosame­nte las palabras y relacionar­las en proposicio­nes consecuent­es.

Hubo una semántica adánica, una coincidenc­ia total entre palabra y objeto antes de la Caída y la maldición de Babel. Estuvimos buscándola hasta parecer perderla irremediab­lemente ahora a manos de siniestros e impúdicos payasos de neolengua corrompida, de doblepensa­r y mentiras contumaces. La cura siempre estará donde ha estado:

en el mismo lenguaje. Enfermamos por él, nos curaremos por él.

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ESPECIAL George Orwell escribió 1984 en medio del pesimismo histórico de 1947.

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