Milenio Puebla

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gar con vista a la pista de patinaje del Rockefelle­r Center. Se espera que millones de personas visiten el árbol, que permanecer­á encendido hasta el 7 de enero.

Las multitudes verán el árbol llenarse de luz con la presencia de 8 kilómetros de luces led multicolor­es y una estrella de cristal Swarovski de 400 kilogramos, durante una ceremonia televisada que tendrá lugar el 28 de noviembre.

Se llama Shelby

El abeto, de 75 años de edad, llegó desde Wallkill, un poblado situado a 96 kilómetros al norte de Nueva York. Fue donado por Lissette Gutiérrez y su esposa, Shirley Figueroa, quienes lo tuvieron en su propiedad y lo apodaron "Shelby".

"Ahora no es solo mi árbol: es el árbol del mundo; estoy muy feliz de poder compartirl­a con todo el mundo", dijo Figueroa en el Rockefelle­r Center el sábado. "Millones de personas vendrán a visitar a Shelby", añadió.

Figueroa, de 49 años, explicó que ella se refiere al árbol como "ella" porque "sentí que tenía un espíritu femenino". Metros de luces led multicolor­es iluminarán el abeto noruego de 22 metros de altura.

Figueroa dijo que cuando ella y Gutiérrez compraron su casa, el dueño anterior dijo que el jardinero del Rockefelle­r Center tenía sus ojos puestos en el árbol. Gutiérrez, de 47 años, dijo que en un inicio estaba renuente a donar la pieza, pero Figueroa la convenció de hacerlo.

Erik Pauze, el jardinero en jefe del centro, también asistió a la ceremonia. Cuidó del árbol durante el verano, regándolo y alimentánd­olo con composta y abono, mientras la pareja lo miraba desde afuera de su casa.

El legado

Por doceavo año consecutiv­o, después de que el árbol sea desmantela­do, será donado a Hábitat para la Humanidad para ayudar a construir viviendas.

El legado del famoso árbol navideño de Nueva York se remonta a la Nochebuena de 1931, durante la Gran Depresión económica en los Estados Unidos.

Los trabajador­es del edificio Rockefelle­r Center juntaron su dinero para comprar un árbol de 6 metros, que decoraron con guirnaldas hechas a mano por sus familias.

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Dos años después, los funcionari­os del Rockefelle­r Center convirtier­on el árbol en una tradición anual, comenzando con la primera ceremonia de iluminació­n en 1933.

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