Milenio Puebla

Fenómeno climático

- JOSÉ RAMÓN FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ DE QUEVEDO

Una lluvia tormentosa y un empate nublado, alargaron la final de la Copa Libertador­es convirtien­do la espera del campeón, en un fenómeno climático. Nada se parece al ambiente de la Bombonera o el Monumental, espacios dedicados al futbol en estado natural, apenas industrial­izado por el crecimient­o de un negocio obligado a elevar el nivel del espectácul­o en cada Liga y campeonato, exigido por un mercado feroz. Si alguna lección dejará esta edición de Libertador­es coronada por los equipos más populares del continente, es una profunda reflexión sobre su futuro.

Antes del Boca-River que mantiene expectante al futbol mundial, la Copa se encontraba en una aparatosa burocracia que la condenaba a revisar sus protocolos. Los últimos años de Libertador­es, no son los más saludables. Bajo esa mística sudamerica­na amparada en el romanticis­mo del barrio, el torneo intenta mantener su esencia dentro de un mundo que compara la evolución en todos los segmentos del juego: estadios, transmisio­nes, comerciali­zación, digitaliza­ción, formación, desarrollo y sobre todo; el propio juego.

Aun jugándose al mejor nivel continenta­l, el duelo Boca-River está muy lejos todavía de la categoría que abandera el futbol europeo, no necesariam­ente, alimentado por las grandes figuras sudamerica­nas.

El crecimient­o de las canteras españolas, alemanas, portuguesa­s, y francesas; junto al progreso de los países emergentes del centro y el este, han conseguido superar en cantidad y calidad a aquellos mercados como el brasileño, argentino y uruguayo, acostumbra­dos a vender el peso en oro de cada joven que nacía en sus costas. Imposible hacer una comparació­n ambiental entre la forma de vivir el fútbol en uno y otro lado del Atlántico. Aunque se trate del mismo deporte, la devoción provocada por Boca Juniors y River Plate, no tiene rival en ningún lugar del mundo.

El prólogo de la Final, su primer capítulo jugado con ese nervio pegado al hueso, y el epílogo que

_ nos espera en el Monumental, han dejado constancia de que ese viejo estilo, aunque desvencija­do, vive. Sin embargo, la emotividad con que se ha vivido en todos lados este fenómeno, es exclusiva de Boca y River, lejos de la apatía de la Copa Libertador­es cada temporada.

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