Fenómeno climático
Una lluvia tormentosa y un empate nublado, alargaron la final de la Copa Libertadores convirtiendo la espera del campeón, en un fenómeno climático. Nada se parece al ambiente de la Bombonera o el Monumental, espacios dedicados al futbol en estado natural, apenas industrializado por el crecimiento de un negocio obligado a elevar el nivel del espectáculo en cada Liga y campeonato, exigido por un mercado feroz. Si alguna lección dejará esta edición de Libertadores coronada por los equipos más populares del continente, es una profunda reflexión sobre su futuro.
Antes del Boca-River que mantiene expectante al futbol mundial, la Copa se encontraba en una aparatosa burocracia que la condenaba a revisar sus protocolos. Los últimos años de Libertadores, no son los más saludables. Bajo esa mística sudamericana amparada en el romanticismo del barrio, el torneo intenta mantener su esencia dentro de un mundo que compara la evolución en todos los segmentos del juego: estadios, transmisiones, comercialización, digitalización, formación, desarrollo y sobre todo; el propio juego.
Aun jugándose al mejor nivel continental, el duelo Boca-River está muy lejos todavía de la categoría que abandera el futbol europeo, no necesariamente, alimentado por las grandes figuras sudamericanas.
El crecimiento de las canteras españolas, alemanas, portuguesas, y francesas; junto al progreso de los países emergentes del centro y el este, han conseguido superar en cantidad y calidad a aquellos mercados como el brasileño, argentino y uruguayo, acostumbrados a vender el peso en oro de cada joven que nacía en sus costas. Imposible hacer una comparación ambiental entre la forma de vivir el fútbol en uno y otro lado del Atlántico. Aunque se trate del mismo deporte, la devoción provocada por Boca Juniors y River Plate, no tiene rival en ningún lugar del mundo.
El prólogo de la Final, su primer capítulo jugado con ese nervio pegado al hueso, y el epílogo que
_ nos espera en el Monumental, han dejado constancia de que ese viejo estilo, aunque desvencijado, vive. Sin embargo, la emotividad con que se ha vivido en todos lados este fenómeno, es exclusiva de Boca y River, lejos de la apatía de la Copa Libertadores cada temporada.