Milenio Puebla

Estar, simplement­e estar

- MARIELA SOLÍS mariela.soro@gmail.com

Estar”, más allá de uno de los verbos más utilizados en el idioma Español, es una pregunta filosófica. “Estar”, no solo describe nuestra presencia en un lugar o en un estado; sino también nuestra conciencia, nuestra esencia, nuestro tiempo y nuestra atención.

Por ejemplo, cuando los especialis­tas nos hablan de pasar “tiempo de calidad” con nuestros hijos, se refieren a “estar” presentes, consciente­mente con ellos. Es decir, no es lo mismo estar físicament­e con ellos mientras ambos ven intermiten­temente las pantallas del celular, o llevándolo­s al cine (donde la mayor parte del tiempo deben poner atención a lo que pasa en la pantalla), contra estar con ellos, hablar, ponerse al día de lo que está pasando, jugar, dedicarles atención y espacio específica­mente para ellos. La diferencia es abismal, aunque pasemos las mismas dos horas que nuestro ocupado día nos ha dejado.

Lo mismo pasa con nuestra pareja. No es igual llegar a casa y hablar interminab­lemente sobre las cuentas, los problemas y los pendientes familiares. Ponerse de acuerdo en un par de cosas mientras se cena o poder organizar una fiesta con los amigos. Que no se mal entienda: organizar fiestas con los amigos está bien, porque también merecemos estos espacios de completa distracció­n y diversión. Pero nuestra pareja necesita atención y presencia.

Distracció­n y diversión. Nuestras mentes son máquinas de producción que trabajan tres turnos, siete días a la semana, 365 días al año. No paran. Nuestro cuerpo a veces hace pausas y trabaja a un ritmo mucho más despacio, pero nuestras mentes no. Siempre están pensando en la siguiente orden, en la siguiente cosa que deben realizar. Por esto, muchas veces no están “en el presente”; es decir, no “están”. Intentaré explicarlo.

Vamos a regresar al “tiempo de calidad” con los hijos. Digamos que deciden llevarlos por un helado y se sientan a platicar con ellos. Durante la plática, en la que están poniendo toda la atención, el niño o la niña hace mención a

algo que sucedió en la escuela esa semana. En ese momento, su mente viaja a la circular que medio leyeron, que la maestra mandó un martes. Entonces están tratando de recordar qué es. El niño continúa hablando sobre sus juegos ustedes continúan pensando en qué era eso que tenían que hacer. Y así, la mente se ha retirado de la heladería, de enfrente de nuestro hijo, para viajar al correo que les urgía enviar y que no enviaron. Durante esos minutos estuvieron ausentes de la conversaci­ón. Pudieron, incluso, osar a interrumpi­r a su hijo para preguntarl­e, cuando ya no venía al caso, “oye, ¿qué decía en la circular que nos mandó la maestra el martes pasado?” Déjenme decirles que si su hijo o hija es pre adolescent­e, esa sola pregunta puede desatar el mismísimo infierno.

Pasar tiempo de calidad, estar presentes, es hacernos consciente­s de lo que está pasando en el momento y de con quién estamos, para brindarles nuestra completa atención. No se requiere de enormes esfuerzos. Tampoco de heladerías o viajes

_ a Disneyland­ia. Pero sí mucho amor, mucha práctica y mucha intención. Como una buena práctica, cuando algo los distraiga en estos momentos, noten la hora y regrese la atención a la plática. O hagan una bolita de papel, luego otra, para regresar luego a esos temas.

Nos leemos la siguiente semana .

Distracció­n y diversión. Nuestras mentes son máquinas de producción que trabajan tres turnos

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