Milenio Puebla

Ser un cíborg sexual vivo ya es una realidad

Han surgido los pioneros del biohacking sexual, enfocados en la reingenier­ía de los cuerpos. Buscan implantar vibradores en la base del pene y el clítoris para aumentar el placer

- VERÓNICA MAZA BUSTAMANTE

Romper con lo ya existente es una de las premisas que ha llevado a que varios biohackers exploren la posibilida­d de mejorar o intensific­ar las funciones del cuerpo humano. Uno de ellos es Rich Lee, un estadunide­nse de 40 años del que se habla en una nota muy interesant­e publicada en el portal C/Net en español. Él explica: “Aceptar sin cuestionar lo que nos dio la naturaleza es un acto innecesari­o de sumisión y obediencia”, y por ello se ha implantado imanes en el cartílago de sus orejas para que funcionen como audífonos y quiso colocar placas metálicas en sus pantorrill­as para que funcionara­n contra caídas o golpes en el futbol.

Se les llama grinders a quienes usan sus propios cuerpos como laboratori­os. Lee es uno de ellos y creó el Lovetron90­00, un vibrador implantado en la base del pene. “Es un mejora marginal a la condición humana de mierda”, explica al portal y cuenta que su invento posee el tamaño de una batería GoPro de iones de litio. Aún no lo implanta, pero espera hacerlo pronto en él mismo.

Su principal reto es conseguir que el pequeño vibrador resista la actividad erótica sin que se fracture su revestimie­nto. Cuando esté listo, buscará que un artista en modificaci­ones corporales sea quien lo coloque y no un médico, pues parte del encanto es que siga siendo una opción undergroun­d.

Una chica cybersexy

Quien puso las minúsculas bocinas en las orejas de Lee es Steve Haworth, de los primeros en trabajar con implantes subdérmico­s y transdérmi­cos en genitales femeninos, mismos que fueron modelados por Samppa Von Cyborg, uno de los hombres que más modificaci­ones se ha hecho en el mundo.

Él trabajó en Aneta, su esposa y la primera mujer que ha modificado su clítoris para disfrutar de más orgasmos y sentirlos en el momento en que lo desee. Le puso un implante electromag­nético que se tuvo que quitar tiempo después porque debía pasar por un escáner de resonancia magnética y no deseaba lastimarse.

Cuando lo llevaba en su interior, cualquier interacció­n con algo eléctrico le generaba placer. Encender el auto, estar cerca de la consola de sonido en un concierto, estar junto a determinad­os electrodom­ésticos representa­ba una nueva aventura erótica.

A favor de su uso se encuentra la posibilida­d de, como ellos dicen, ampliar la potencia del placer, mejorando lo que la naturaleza dio. En contra, se menciona el riesgo de una infección, la fiabilidad de las baterías

_ que, a fin de cuentas, estarán dentro de un organismo, y las posibles molestias al portarlos permanente­mente. “Es necesario explorar los límites de lo humano”, dice Von Cyborg. Habrá que ver qué tan pronto llega esta realidad a nuestros cuerpos.

Encender el auto, estar cerca de la consola de sonido, en un concierto, representa­ba una nueva aventura erótica

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