Entre chairos y fifís
Por siglos, la humanidad ha privilegiado la semejanza en la elección de sus alianzas. Las amistades suelen fundamentarse en ella, así como las enemistades suelen generarse a partir de las diferencias. Como si el enemigo fuera necesariamente el diferente, el que no piensa o vive como nos-otros: los otros.
Ante la intolerancia hacia el diferente, la idea de la “tolerancia” emergió a finales del siglo pasado como un ideal ético: casi todos se fueron con esa especie de finta y la tolerancia se volvió el tema de moda.
Si bien tolerar al diferente es menos malo que no tolerarlo, la tolerancia no puede ser un principio ético, porque implica forzarse a llevar a cabo la acción de tolerar: nunca logra incorporarse al carácter con el ánimo de una buena disposición.
Otracosamuydiferentesucedeconlasideasderespeto,aceptación,empatíaoamor.Estoscuatroafectos sí pueden incorporarse al carácter humano, como lo exigelaéticaaristotélicaconsufundamentalconcepto de Exis: incorporación de un hábito al carácter de una persona.Esladiferenciaentreservalienteyllevaracabo acciones propias de un individuo valiente.
Pero nos encontramos lejos de ello y no digamos de la empatía o del amor: en nuestro país hemos comenzado a ver signos de una intolerancia que es digna de cuidado. Las expresiones “chairos” o “fifís”, delatan la intransigencia con que comenzamos a vernos los mexicanos. No es algo nuevo: una sociedad tan dividida por diferencias económicas abismales no es caldo de cultivo para la empatía.
Hoy el problema se ha agravado, porque la burla suele invocar al odio. Las expresiones “chairos y fifís”, al volverse parte del discurso diario del mexicano, acentúan la desunión: no es un buen rumbo. Esas expresiones nos impiden hablar de “nosotros los mexicanos”, y nos conducen a hablar de “nosotros los mexicanos y ustedes los chairos”, o “nosotros los mexicanos y ustedes los fifís”.
_
Es evidente que, al fundamentar nuestras alianzas en supuestas semejanzas, terminamos por remarcar las diferencias y hacerlas objeto de nuestro odio. Urge generar actitudes y formas de expresión inclusivas, que, en lugar de marcar las diferencias, provoquen la empatía y solidaridad.
En nuestro país hemos comenzado a ver signos de una intolerancia que es digna de cuidado