Milenio Puebla

Entre chairos y fifís

- PAULINA RIVERO WEBER

Por siglos, la humanidad ha privilegia­do la semejanza en la elección de sus alianzas. Las amistades suelen fundamenta­rse en ella, así como las enemistade­s suelen generarse a partir de las diferencia­s. Como si el enemigo fuera necesariam­ente el diferente, el que no piensa o vive como nos-otros: los otros.

Ante la intoleranc­ia hacia el diferente, la idea de la “tolerancia” emergió a finales del siglo pasado como un ideal ético: casi todos se fueron con esa especie de finta y la tolerancia se volvió el tema de moda.

Si bien tolerar al diferente es menos malo que no tolerarlo, la tolerancia no puede ser un principio ético, porque implica forzarse a llevar a cabo la acción de tolerar: nunca logra incorporar­se al carácter con el ánimo de una buena disposició­n.

Otracosamu­ydiferente­sucedeconl­asideasder­espeto,aceptación,empatíaoam­or.Estoscuatr­oafectos sí pueden incorporar­se al carácter humano, como lo exigelaéti­caaristoté­licaconsuf­undamental­concepto de Exis: incorporac­ión de un hábito al carácter de una persona.Esladifere­nciaentres­ervaliente­yllevaraca­bo acciones propias de un individuo valiente.

Pero nos encontramo­s lejos de ello y no digamos de la empatía o del amor: en nuestro país hemos comenzado a ver signos de una intoleranc­ia que es digna de cuidado. Las expresione­s “chairos” o “fifís”, delatan la intransige­ncia con que comenzamos a vernos los mexicanos. No es algo nuevo: una sociedad tan dividida por diferencia­s económicas abismales no es caldo de cultivo para la empatía.

Hoy el problema se ha agravado, porque la burla suele invocar al odio. Las expresione­s “chairos y fifís”, al volverse parte del discurso diario del mexicano, acentúan la desunión: no es un buen rumbo. Esas expresione­s nos impiden hablar de “nosotros los mexicanos”, y nos conducen a hablar de “nosotros los mexicanos y ustedes los chairos”, o “nosotros los mexicanos y ustedes los fifís”.

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Es evidente que, al fundamenta­r nuestras alianzas en supuestas semejanzas, terminamos por remarcar las diferencia­s y hacerlas objeto de nuestro odio. Urge generar actitudes y formas de expresión inclusivas, que, en lugar de marcar las diferencia­s, provoquen la empatía y solidarida­d.

En nuestro país hemos comenzado a ver signos de una intoleranc­ia que es digna de cuidado

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ESPECIAL Las Muñequitas junto al árbol.
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