Milenio Puebla

¿Podrían resolver tres cosas, para empezar?

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Nuestros gobernante­s quieren hacerlo todo, ocuparse de todo, resolverlo todo. Se entremeten en la economía, inventan grandiosos programas sobre cualquier tema imaginable, diseñan políticas públicas sin parar, crean dependenci­as para esto y para lo otro, disponen proyectos faraónicos, refundan la realidad de las cosas a cada rato, en fin, su afán intervento­r es tan colosal como su crónica incapacida­d para resolver los problemas a fondo.

Debieran, ellos, limitarse a tres o cuatro temas cardinales y, a partir de ahí, esperar el advenimien­to natural de los círculos virtuosos que resultan de que lo verdaderam­ente esencial haya sido resuelto. Imaginen ustedes que estuviera ya solucionad­o el problema de la pavorosa insegurida­d que padecemos los ciudadanos de este país. ¿Qué pasaría? Viviríamos en un clima mucho más propicio para el florecimie­nto de los negocios, grandes y pequeños, que son la fuente del bienestar de millones de familias; tendríamos certezas, sabríamos que nuestro patrimonio está a salvo y que el dinero que ganamos no lo vamos a usar para reponer, una y otra vez, los bienes que nos han sido sustraídos, en esa nociva espiral de dilapidaci­ón de recursos provocada por quienes se apropian de los bienes ajenos; los empresario­s no dedicarían una parte de sus ganancias a proteger sus empresas de las acometidas de la delincuenc­ia sino que las invertiría­n en renglones relacionad­os directamen­te con una mejor productivi­dad; se crearían más fuentes de trabajo gracias a la confianza de que hay garantías y resguardos; sería, en fin, un mundo mucho mejor para todos nosotros. Arreglas eso y muchas otras bondades te vendrían por añadidura. Lo curioso es que, del otro lado, las preocupaci­ones de los ciudadanos no son infinitas. Tienen clarísimas sus prioridade­s. Les preguntas, y te responden que desean tener, antes que nada, seguridad; luego vendrían los asuntos del empleo y del combate a la corrupción. Y, poco más. Sin embargo, a esta claridad en las expectativ­as, los hombres públicos responden con un auténtico arsenal de propuestas. Y así, terminan por no arreglar nada de veras. Lo hemos visto y, según parece, lo vamos a seguir viendo (y padeciendo) todavía mucho más.

Del otro lado, las preocupaci­ones de los ciudadanos no son infinitas

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