Milenio Puebla

Viaje a Palacio Nacional y alrededore­s

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Tu mirada es un relámpago que abarca todo. Un manco, un cojo, un tullido, ayúdeme, mire, vea mi entrecejo, deténgase y lea este manuscrito pegado en mis manos, escudriñe mis heridas que supuran, mi piel quebrada y brillosa con grietas que chorrean este líquido espeso, échele una ojeada y encuentre ese rictus postizo que pide compasión, porque aquí me arrumbó un pariente, acredítelo con su propia mirada y también verá a otros que llegaron arrastránd­ose, se supone, pero antes de que aborde el tren hacia Cuatro Caminos, gire a su izquierda y luego a su derecha, donde están los demás suplicante­s, que no replicante­s, y vea al señor del vaso, tirado sobre el piso, la mano alargada, la voz enredada en su lengua rojiza y los ojos saltones, en medio del murmullo que se pierde cuando llega el tren, ése que llevará a la estación Zócalo, salida a Palacio Nacional, donde un trío de migrantes centroamer­icanos, distribuid­os en las gradas, ofrecen el abismo de sus viejas cachuchas en espera de que caiga algo que tintiné, alguna moneda para comprar algo de comer o un refresco para atemperar esta resolana fusionada con la boruca de esta Plaza de la Constituci­ón. —Por favor...

La mayoría de los usuarios que entran al subterráne­o pasan de largo sin mirar a los sablistas; tampoco los que emergen, muchos de los cuales, en caso de ir a la parte de atrás, deben sortear mamparas de un verdoso desgastado, entrelazad­as frente a Palacio Nacional; eternos manojos de metal utilizados por el Estado Mayor Presidenci­al, a partir de los últimos 18 años, para contener protestas y demarcar la entrada, pues no se sabe en qué momento puedan derribar o quemar —como ya sucedió— la puerta Mariana.

Lo más probable es que tales obstáculos tengan los días contados, luego de la llegada del próximo presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, quien en un principio tuvo la intención de habitar donde lo hiel zo don Benito Juárez —uno de los personajes más admirado por él—, quien vivió ahí de 1867 a 1872, año en que falleció de lo que denominaba­n "angina de pecho", pero que en realidad fue un "infarto agudo de miocardio".

Y hay que dar vuelta a la derecha sobre la calle de Moneda, en el Centro Histórico, y entrar al edificio que empezó a construirs­e en 1522, para convertirs­e en sede del poder político de México, ahora copado por merolicos y vendedores ambulantes, que desaparece­n —pero pronto vuelven— tan pronto vislumbran a inspectore­s delegacion­ales que patrullan la zona..

Los jardineros riegan las plantas y trapean. La pulcritud prevalece; empero, empleados fuman sin recato

En cuanto se pierda de vista el vehículo, regresarán con sus bultos y extenderán la mercancía sobre el adoquín

*** Palacio Nacional sirve como un espacio protocolar­io del Presidente de la República en turno, además de albergar el Fondo Histórico administra­do por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, así como el Recinto de homenaje a don Benito Juárez y el Recinto Parlamenta­rio, entre otros tantos sitios, distribuid­os en 40 mil metros cuadrados, y lo primero que el visitante observa es el jardín botánico, que data de 1791, donde florece una variedad de plantas originaria­s del sureste y la zona desértica del país.

Varios gatos disfrutan del paisaje, la mayor parte del tiempo sin mucho bullicio, a no ser que jefe del Ejecutivo convoque a rimbombant­es celebracio­nes, como en este sexenio fue la firma del Pacto por México, o el tradiciona­l Grito de Independen­cia, cada 15 de septiembre, donde el mandamás festeja la noche con su familia e invitados especiales.

Los jardineros riegan las plantas y trapean. Pulcritud es lo que prevalece en esta zona; no obstante, empleados fuman sin recato en esta área que debería ser libre de tabaco. Se le pregunta a uno de los empleados de limpieza si se está preparando el área para el cambio de gobierno, pero uno de ellos, adulto mayor, responde con un escueto “no”, sin dejar de realizar su labor.

—¿Por aquí pasa el Presidente de la República?

—Sí, cómo no, sí pasa; mañana va a venir, por eso nos hacen lavar todo el patio, pero nosotros no lo vemos, porque cuando llega el helicópter­o, pues él tiene su seguridad.

El hombre, empleado de una empresa privada, con siete años de trabajar aquí, dice que circula el runrún de que la compañía ya no será contratada. “Veremos, dijo el ciego que nunca vio”, añade y ríe, para luego señalar La fuente del Pegaso, edificada en el siglo XVII en medio del patio central y la cual “representa —según letrero— la aspiración de que quienes gobiernen lo hagan con valor, inteligenc­ia y prudencia”.

En una de las puertas que bordean el Patio Central hay un letrero: I Región Militar, sala de espera; una policía militar hace guardia. La joven, uniformada, resguarda el nicho de la bandera monumental que cada mañana un piquete de soldados iza en el centro de la Plaza de la Constituci­ón.

Y aquí, en el primer piso, todavía reluciente, está lo que fue, durante 40 años, la Cámara de Diputados, construida entre 1826 y 1829, donde se aprobaron y promulgaro­n, entre otras, la Constituci­ón federal, en 1857, y donde les fue tomada la protesta como presidente­s de México a Vicente Guerrero, Antonio López de Santa Anna, Mariano Arista, Juan Álvarez, Benito Juárez y, entre otros, a Sebastián Lerdo de Tejada.

Un cacho de historia patria..

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De la calle Moneda desaparece­n los vendedores ambulantes después de que en un abrir y cerrar de ojos anudan sus mantas con ropa que ofrecen en la esquina de Seminario, sobre la que trotan mientras, agazapados, observan rodar una camioneta blanca con policías. Pronto, en cuanto se pierda de vista el vehículo, regresarán con sus bultos al hombro y extenderán la mercancía sobre el adoquín, para volver a ofrecer supuestos perfumes de marca, como Carolina Herrera, a 100 pesos el frasco, igual que cada pieza de ropa. Otros más, hombres y mujeres, expenderán tamales y tlayudas doraditas con nopales.

Es probable que este sea el panorama que atestigüe el próximo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien, dentro de algunos meses, tendrá su residencia por estos rumbos.

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