Milenio Puebla

Soy un jalisciens­e

- NICOLÁS ALVARADO

Acaso haya aspirado a serlo desde un momento temprano de mi infancia chilanga –no porque renegara de mi ciudad natal, cuyo fragor cosmopolit­a me vivifica, sino porque me enamoré de Guadalajar­a como uno se enamora de Londres, de Nueva York, de Estambul y de muy pocas ciudades más–, seducido por el ligero y cercano exotismo del birote y la carne en su jugo, fascinado por el habla de quienes ocupan con urgencia y cucan por malicia, sambitatea­do por las historias que me contaran –ya en los libros, ya en persona: raro privilegio– Juan José Arreola y Fernando del Paso, admirativo ante esa otra manera de ser mexicano, tan distinta a la capitalina pero tan igualmente urbana, a un modo sin embargo más cauto, más enigmático, acaso más espiritual. (Idea para una adaptación tropicaliz­ada de Los tres mosquetero­s: Aramis como charro alteño).

Es un amor renovado a lo largo de décadas cuando al menos año con año, en la indispensa­ble cita a esa Feria Internacio­nal del Libro que me ha acogido y me ha visto crecer (espero) mientras yo la he visto irradiar –al Festival de Cine y al Conjunto de Artes Escénicas, a los proyectos de arte contemporá­neo y diseño, a la gastronomí­a reinventad­a y la artesanía reconcebid­a y la arquitectu­ra eterna– la visión para erigir Guadalajar­a en la otra capital cultural del país, nuestro Chicago, nuestro Medellín, nuestro Montreal.

Esta semana, sin embargo, mis ganas de ser jalisciens­e han conocido su apogeo tras la valerosa defensa pública del federalism­o que ha hecho el gobernador electo Enrique Alfaro, opuesto a que un régimen a todas luces desdeñoso del estado de derecho instaure autoridade­s paralegale­s para definir las políticas presupuest­ales y de seguridad de las entidades, y al refrendo de esta postura contenido en el discurso de Raúl Padilla en la inauguraci­ón de la FIL. Fue así que descubrí que, sin saberlo, era ya jalisciens­e, como lo son tantos mexicanos. Que –permítasem­e la paráfrasis en tiempo y lugar de tanta incertidum­bre política como la del Berlín de Kennedy– todos los hombres y mujeres libres, vivan donde vivan, son ciudadanos de Jalisco. Y yo, en tanto hombre libre, me honro en las palabras “Soy un jalisciens­e”.

Valerosa defensa del federalism­o hicieron Enrique Alfaro y Raúl Padilla

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