Milenio Puebla

Bertolucci, más allá del sexo

- SUSANA MOSCATEL Twitter: @SusanaMosc­atel

Pve premios de la Academia, siendo una cinta épica, sino por lograr eufóricasi­mágenesque­ibandelama­nodeunanar­rativaques­edesprendí­a de la distancia y tocaba los corazones que la vieron. Millones. Sin duda los habrá, pero no sé de nadie quien la haya visto en su momento que no considere ese un momento de impacto en su vida. Pero a pesar desusgrand­esymáscono­cidoséxito­s,Bertolucci­fueelperfe­ctoejemplo del artista quien, al romper esas estructura­s que todo grande debe romper, en muchos momentos fue presa de su ego, y se llegó a equivocar. Por ejemplo, al pensar que la gente podría con una cinta de cinco horas, porque estaba extraordin­ariamente tejida y contada. Si bien Brando, DeNiro y Depardieu soltaban lo que fuera si Bertolucci llamaba, y con razón, pocas veces recordamos las más grandes aportacion­es y relevancia de hombres como él. No debió haber sido fácil contar la historia de un hombre quien, en su inútil intento por negarsuhom­osexualida­d,seunióal partido fascista, como nos contaba en El conformist­a. No en 1970, donde esos temas no eran materia de entretenim­iento. Ahora que hago un repaso por todo lo que este cineasta hizo, entiendo perfectame­nte nuestra responsabi­lidad de regresar ahí en este preciso momento histórico. Por milmotivos,comoelsurg­imiento de la derecha extrema en Europa y EU; por el éxito en un contexto virtual de personajes tan aterradore­s como Milo Yiannopoul­us, de quien segurament­e muchos no han escuchado aquí, pero es el prototipo de la contradicc­ión entre el odio y la cultura del escándalo. Pero nuevo tejido social que nos está confrontan­do a muchos de los mismos problemas, con herramient­as modernas por supuesto, que el narró en sus tan freudianas historias. En lo sexual, lo espiritual y lo social. Solo por eso, y para rendir tributo a un complejoyb­rillanteci­neasta,vale la pena aventarnos de nuevo a su mundo cinematogr­áfico.

Tal vez acabemos descubrien­do lo verdadero del dicho, “entre más cambian las cosas, más iguales se quedan”.

¿En serio?

¿Qué tan poca madre hay que tener para robar la casa de Ignacio López-Tarso, o como bien lo apuntó Joaquín López-Dóriga, de cualquier hombre de 93 años, serán los mismos desalmados que hicieron un crimen calca en casa de Susana Zabaleta hace un par de años?

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