Tópicos en una caída del imperio
Paris y Helena. Él, de hermosa figura, y ella una luz que brilla en la oscuridad. Más allá de esta empalagosa definición sus nombres encierran nociones alternas. Por ejemplo, refieren también a la historia para dimensionar los sucesos que permiten a otra sucederse, mejor o peor, cómo adivinarlo. El mito encierra la clase de sabiduría necesaria con qué juzgar.
Hay en particular una narración maravillosa, la caída de Troya, que seguimos utilizando para congraciar paradigmas intelectuales. No importa si tiene un mínimo de relevancia en nuestra vida, sacamos enseñanzas de allí, mientras veamos la suerte de lección que encierra. Aporta un carácter polémico en tanto a verdad, belleza y bondad, dejando al descubierto una necesidad por elaborar planteamientos a menudo barrocos, aunque reconocemos que su carácter ambiguo resulta ya farragoso inclusive para los devotos de artificios lingüísticos pues requiere comunicarse en un plano coloquial.
Helena no iba a fugarse en soledad, recorriendo la colina de Hisarlik o cualquier zona arcaica. Paris tenía que ir por ella y hacer arder Troya. Si la civilización aludiera a lo civilizado él se hubiera presentado apelando al diálogo con Menelao. Sin embargo, como infancia es destino, el de esta mujer no podía transcurrir en el margen de las circunstancias. Raptada primero por Teseo acabó sucumbiendo después al hermano de Agamenón, siguiendo los consejos de Odiseo. Hoy podríamos tacharla de crédula.
Sin el tesón de Paris, ¿la belleza de Helena hubiera trascendido?, recordemos el primer verso del poema Homérico: canta, oh diosa, la cólera del pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos. No parece “un lugar común” aludir a dicha guerra, Troya no es un lugar hace siglos y si tuviera algo de común ciudades continuarían ardiendo por defender una beldad. “Demasiada belleza no es el móvil, es la coartada”, aclara Susana Villalba.
De la Ilíada en aquel entonces a los hechos modernos parece haber un gran trecho, igualmente del discurso épico literario al teórico antropológico. ¿Por qué un discurso de estos en vez de alguno que atienda al gobierno o a las protestas violentas? porque comprendiendo de dónde surgen las grandes tragedias matizamos: “cualquier gesto en este clima político degradado se interpreta como un signo de debilidad (…) ningún príncipe ni rey ni dictador puede interferir con éxito para siempre en un país”, ha advertido Toni Morrison en Los tiempos del terror.
Todo en pos de que ninguna circunstancia convenga un dédalo insufrible, menos audacia y más prudencia no impiden la aventura humana, de aquí la importancia de recuperar el sentido de la superación: una consigna de lo que será o lo que ha sido, sea como fuere.
“De la Ilíada en aquel entonces a los hechos modernos parece haber un gran trecho”