Milenio Puebla

River y Boca: la migración

- JOSÉ RAMÓN FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ DE QUEVEDO

Madrid, sede de la Final de la Champions League en el Metropolit­ano, lo será también de la accidentad­a Final de la Copa Libertador­es de América en el Santiago Bernabéu. Los dos partidos internacio­nales más importante­s a nivel de clubes, se jugarán en la misma ciudad con medio año de diferencia. Contingenc­ias al margen, a partir del calamitoso Boca-River, la decisión sirve para entender el nuevo orden comercial que está cobrando el futbol mundial: las fronteras están desapareci­endo. Hoy podemos decir dónde empiezan equipos como Barcelona, Real Madrid, Boca, River, Juventus, Milán, Liverpool, United, o Bayern; pero no podemos imaginar dónde terminarán: son pasiones locales con un profundo y expansivo impacto global. El viaje que emprenden es alrededor de la tierra y a través del tiempo.

Nacidos hace más de un siglo en un barrio, un puerto, una asociación civil, o fundados por obreros; los grandes equipos de futbol, como pocas organizaci­ones, reclutan ciudadanos por todos lados. De la calle al pueblo, del pueblo a la ciudad, de la ciudad al país, y del país otra vez a una calle, pero en cualquier lugar del mundo; es como su pasión ha migrado. La economía de todos ellos está cambiando, cada vez es mayor el ingreso que perciben por el mercado internacio­nal, que por el local. Sus oportunida­des, lejos de la nacionalid­ad y territorio que les identifica, son incalculab­les. Nacer en Tokio, pero tener el código postal de un club argentino, español, italiano o inglés, es normal en nuestra época.

La FIFA hizo bien en rescatar este Boca-River caído en deshonra. Llevar el clásico más emblemátic­o de América a la casa del Real Madrid, representa­ndo a todo un continente, es como tender un puente entre el glorioso pasado y el grandioso futuro que deben procurar ambas institucio­nes. El Bernabéu es un escenario perfecto para festejar el reencuentr­o de River Plate y Boca Juniors con los valores del juego. El futbol no podía correr el riesgo de condenar dos historias tan apasionant­es como las suyas. Puede pensarse que jugar en este estadio es una pérdida de identidad, todo lo contrario, significa plantar la querida bandera del futbol latinoamer­icano, en lo más alto del futbol europeo.

La decisión sirve para entender el nuevo orden comercial que está cobrando el futbol

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