River y Boca: la migración
Madrid, sede de la Final de la Champions League en el Metropolitano, lo será también de la accidentada Final de la Copa Libertadores de América en el Santiago Bernabéu. Los dos partidos internacionales más importantes a nivel de clubes, se jugarán en la misma ciudad con medio año de diferencia. Contingencias al margen, a partir del calamitoso Boca-River, la decisión sirve para entender el nuevo orden comercial que está cobrando el futbol mundial: las fronteras están desapareciendo. Hoy podemos decir dónde empiezan equipos como Barcelona, Real Madrid, Boca, River, Juventus, Milán, Liverpool, United, o Bayern; pero no podemos imaginar dónde terminarán: son pasiones locales con un profundo y expansivo impacto global. El viaje que emprenden es alrededor de la tierra y a través del tiempo.
Nacidos hace más de un siglo en un barrio, un puerto, una asociación civil, o fundados por obreros; los grandes equipos de futbol, como pocas organizaciones, reclutan ciudadanos por todos lados. De la calle al pueblo, del pueblo a la ciudad, de la ciudad al país, y del país otra vez a una calle, pero en cualquier lugar del mundo; es como su pasión ha migrado. La economía de todos ellos está cambiando, cada vez es mayor el ingreso que perciben por el mercado internacional, que por el local. Sus oportunidades, lejos de la nacionalidad y territorio que les identifica, son incalculables. Nacer en Tokio, pero tener el código postal de un club argentino, español, italiano o inglés, es normal en nuestra época.
La FIFA hizo bien en rescatar este Boca-River caído en deshonra. Llevar el clásico más emblemático de América a la casa del Real Madrid, representando a todo un continente, es como tender un puente entre el glorioso pasado y el grandioso futuro que deben procurar ambas instituciones. El Bernabéu es un escenario perfecto para festejar el reencuentro de River Plate y Boca Juniors con los valores del juego. El futbol no podía correr el riesgo de condenar dos historias tan apasionantes como las suyas. Puede pensarse que jugar en este estadio es una pérdida de identidad, todo lo contrario, significa plantar la querida bandera del futbol latinoamericano, en lo más alto del futbol europeo.
La decisión sirve para entender el nuevo orden comercial que está cobrando el futbol