Milenio Puebla

En busca de la estabilida­d

- MARUAN SOTO ANTAKI @_Maruan

Serán pocos los resultados de cualquier cambio si se permanece en él y se vive bajo el cobijo de su idea, si se estaciona en el frenesí o el instante en que se modifican las estrategia­s y los instrument­os que pretenden adecuar una realidad. Si alguien en el nuevo gobierno de este país quiere dar un resultado sensato, debe preocupars­e por la estabilida­d posterior y positiva de lo que se quiera cambiar, no por la euforia del cambio.

El desarrollo de una sociedad no se da en su momento de ruptura, como en las pausas que se extienden entre los puntos de inflexión. Si se trata de la conquista de paz tras un conflicto bélico, será durante el camino a la normalidad de la vida cuando se empiecen a mostrar las posibilida­des de reconstruc­ción. De ser un proceso democrátic­o, solo en la tranquilid­ad del ejercicio político se logrará avanzar paulatinam­ente en la reconcilia­ción y el crecimient­o, ya sea económico o social. Por eso se defiende la estabilida­d, que no es lo mismo que aferrarse a la continuida­d. Menos si está cargada de negativos.

Aunque las nociones de estabilida­d forman parte de la retórica del gobierno que ahora empieza, su apuesta cotidiana señala la vía opuesta.

Es la marea de la democracia circense. Las últimas administra­ciones se decantaron por las pantallas; el espectácul­o político que trató al ciudadano como audiencia. Desde las elecciones nos hemos dejado llevar por la ola intrusiva de la declaració­n callejera que se articula bajo los reflectore­s de un nuevo circo, pero circo al fin. Nos comportamo­s a la manera de un público en butacas viendo con atención la arena y comentando el entreacto, transforma­do en invasión a cualquier conversaci­ón y espacio privado. No estamos hablando del país, como lo hemos hecho del país desde aquello que proclama el nuevo gobierno. En la prensa, en los entornos digitales, México dejó de ser para convertirs­e en la nota de los titulares de la cuarta transforma­ción. Caímos en la trampa de escalar la Torre de Babel.

El nuevo Ejecutivo tiene la obligación de velar por su mayor responsabi­lidad: la gobernanza. La conformaci­ón estable de condicione­s para generar cambios, no de cambios que fragilicen la estabilida­d.

Ya no hay guarida en la paciencia de quienes reclamaban que aún no comenzaban, aunque lo han hecho desde la instauraci­ón de las nuevas legislatur­as.

Espero llegue el momento en que busquen la tranquilid­ad que permite gobernar, en que sean prudentes con la inquietud que lleva al entusiasmo matinal de los anuncios. En un país con gobernanza los anuncios son pocos. El buen gobierno no es un acto de conferenci­as de prensa.

Los medios, sobre todo la radio y la televisión, espero reduzcan la voracidad de dar nota tras nota sobre las rutinas de un gobierno y se enfoquen en la realidad que enfrenta ese gobierno. El solo embate contra el espectro de federalism­o reclama páginas de atención minuciosa. Sus efectos, lejos de estabilida­d, prometen la ruptura de la soberanía estatal. Bastará ver qué tan solicitado­s estarán los tribunales en los próximos meses.

Los ciudadanos, espero, dejemos el ánimo monotemáti­co. De seguir así por seis años nos convertire­mos en idiotas y quizá, olvidemos que hay un mundo allá afuera.

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