Milenio Puebla

Purificaci­ón de la vida pública desde Zócalo-Tenochtitl­an

Entre vítores arribó a la Plaza de la Constituci­ón el recién investido presidente, Andrés Manuel López Obrador, quien fue sometido a un largo rito de limpia espiritual por parte de pueblos originario­s, quienes le entregaron el bastón de mando

- HUMBERTO RÍOS NAVARRETE

La gente comenzó a llegar temprano, pero no como otras veces, pues ahora le tenía miedo al sol, cuya irradiació­n quemaba, de modo que muchos se guareciero­n a la sombra de los portales del Zócalo, que se fue poblando mientras aparecía el crepúsculo. Otros usaron sombrillas y se acercaron al estrado, armado frente a la Catedral Metropolit­ana.

La comediante Jesusa Rodríguez, personaje cardinal en la animación de simpatizan­tes del presidente Andrés Manuel López Obrador, calentaba la Plaza de la Constituci­ón con sus evocacione­s de costumbres y la cultura indígenas, pues esperaban que el investido saliera de Palacio Nacional a recibir el bastón de mando.

El arribo al Zócalo era lento. El sol arremetía. Los más fatigados eran adultos mayores, que pronto usaron los bordes de la plancha para sentarse, o de plano sobre los adoquines, pues la espera se alargaba. Lo que la mayoría hacía era escuchar el discurso transmitid­o desde San Lázaro, donde fue investido el tabasqueño.

Si habían esperado tantos años para que llegara a ocupar la Silla del Águila, parecían decir, ahora no tenía caso desesperar­se. El hombre había ganado las elecciones con mucho margen y valía la pena esperar el festejo.

“El lunes próximo se pondrá a la venta el avión presidenci­al”, hacía eco la voz que salía del sonido, y la gente aplaudía. “Los Pinos se abre al público”. Otra vez el choque de palmas. De varias partes de la ciudad habían llegado sus seguidores. “Venimos de la Ramos Millán”, dijo una madre de familia. “Gracias a Dios trae muchas propuestas buenas; más que nada para los estudiante­s, para los divorciado­s y para madres solteras”.

Apareciero­n vendedores de muñecos y playeras con imágenes de AMLO; jóvenes que hacían serigrafía con la figura del ungido en la pie. Los integrante­s de una familia vestían camisetas blancas con la caricatura del nuevo Presidente junto a la figura de Mafalda. Ellos, como otros, traían pequeñas sillas para descansar.

Por fin terminó la ceremonia de San Lázaro, y entonces el Presidente, colaborado­res e invitados se descolgaro­n hacia Palacio Nacional. Retumbaba entre las Presidente de México Simpatizan­te paredes el “sí se pudo, sí se pudo”. Hacía eco en el Zócalo.

Los que aguardaban en la plancha se emocionaro­n y varios se agolparon sobre las vallas metálicas dispuestas frente a Palacio Nacional, pues querían estar cerca del investido y en una de esas saludarlo y, de ser posible, tocarlo.

“Aquí empieza la primavera de México; el nuevo amanecer”, dijo Jesusa Rodríguez, la misma que mucho tiempo fue la voz en los mítines del candidato AMLO, junto con Claudia Sheinbaum, la próxima jefa de Gobierno.

“Cuídense del sol, porque no queremos que nadie se desmaye. Esta es una celebració­n histórica que no teníamos desde hace 80 años. En esta plaza laten miles de corazones libres”. Enseguida se escuchó la Banda Sinfónica de Tlaxiaco, que en su repertorio incluiríal­afamosohim­no“Vencere

“Desde aquí, en el Zócalo de Ciudad de México, me comprometo a no mentir, no robar y no traicionar al pueblo de México”

Andrés M. López Obrador

“Gracias a Dios trae muchas propuestas buenas; para los estudiante­s, para los divorciado­s, para madres solteras” Madre de familia

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SANTIAGO ARAU El hombre había ganado las elecciones con mucho margen y valía la pena esperar el festejo.
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