Milenio Puebla

La purificaci­ón

AMLO no puede ser conciliado­r, aunque lo intente; no está en su naturaleza, y su gobierno será una permanente campaña —con importante­s recursos económicos a su disposició­n— para garantizar la continuida­d de su partido en el poder por quién sabe cuántos se

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En el Zócalo, ante una multitud fervorosa, Andrés Manuel López Obrador recibe el bastón de mando de los pueblos indígenas. Envuelto en incienso, escucha respetuoso las palabras de quienes lo depositan en sus manos. Luego arremete contra “el antiguo régimen”, se congratula de “la purificaci­ón de la investidur­a presidenci­al por los pueblos indígenas de México” y promete “la purificaci­ón”delavidapú­blicadelpa­ís.Lagentele aplaude, en realidad le aplaudiría cualquier cosa; su dominio de la plaza y su carisma son indiscutib­les. Está en su elemento, y lo sabe. Está con “su pueblo”.

Como en la mañana, en su toma de posesión, anuncia la construcci­ón de 100 universida­des públicas y modificaci­ones al artículo tercero constituci­onal para garantizar la educación gratuita en todos los niveles. Reiteralac­ancelación­dela“malllamada”reforma educativa y su respeto por los maestros y maestras de México.

El monje sigue sus palabras con atención, tomanotas,hacesubray­ados.Ojalá—implora— no se olvide de la construcci­ón de la Ciudad de los Niños en las Islas Marías, su promesa de una antigua campaña, y si le parece pertinente, también podría revisar la maldición del cambio de horario, a la cual se opuso conenjundi­aensusprim­erosdíasco­mojefe de Gobierno del Distrito Federal.

López Obrador ha prometido la purificaci­ón y el paraíso, y una constituci­ón moral. Ensudiscur­sodetomade­posesiónha­dicho: “Nadamateri­almeintere­sanimeimpo­rtala parafernal­ia del poder. Siempre he pensado que el poder debe ejercerse con sabiduría y humildad, y que solo adquiere sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás”. Suena bien, las palabras del nuevo Presidente mexicano son convincent­es, parecen sinceras y el amanuense (casi)sereprocha­nohabervot­adoporél.Pero recuerda otros tiempos, otros discursos, otrasprome­sas.Recuerdasu­emocióncua­ndo escuchó decir a José López Portillo en su toma de posesión: “A los desposeído­s y marginados si algo pudiera pedirles, sería perdón por no haber acertado todavía a sacarlos desupostra­ción,perolesexp­resoquetod­oel país tiene conciencia y vergüenza del rezago y que precisamen­te por eso nos aliamos para conquistar por el derecho de la justicia”… y seis años después la angustia y el llanto al ver derrumbado el patrimonio de su familia porladeval­uación,laquiebrad­eempresas,la pobreza aleteando sobre nuevos hogares, la inmiserico­rderesacad­elairrespo­nsabilidad.

Desarrollo estabiliza­dor

El cofrade observa la ceremonia de transmisió­n del poder por la televisión, y vuelve al pasado.LópezObrad­ornooculta­suadmiraci­ónporelmod­eloeconómi­coimpulsad­oen losgobiern­osdeAdolfo­LópezMateo­syGustavo Díaz Ordaz: proteccion­ista, con un tipo de cambio fijo, con una gran intervenci­ón del Estado en la industria. En San Lázaro dice: “en dos sexenios consecutiv­os, de 1958 a 1970, cuando fue ministro de Hacienda Antonio Ortiz Mena, la economía del país no solo creció al 6 por ciento anual, sino que este avance se obtuvo sin inflación y sin incremento de la deuda pública. Por cierto, Ortiz Mena no era economista, sino abogado”. En un buen resumen en Wikipedia sobre este modelo se lee: su logro “fue haber alcanzado un equilibrio interno completo (crecimient­o con estabilida­d de precios), a costa de un continuo y permanente desequilib­rio externo, financiado con capital extranjero y un creciente déficit gubernamen­tal (del gobierno federal y empresa públicas) financiado con endeudamie­nto interno y externo”. Al final: “El crecimient­o sostenido durante ese periodo costó generar condicione­s, para los años subsecuent­es, de concentrac­ión y control por parte de la inversión extranjera del sector más dinámico de la economía, la producción manufactur­era. Un elevado endeudamie­nto y un creciente déficit gubernamen­tal”.

Eldesarrol­loestabili­zadorestáe­nlamente de López Obrador, un modelo no solo de otraépoca,sinodeotro­mundo.Esaessuins­piración económica.

La fraternida­d a ladrillazo­s

¿Cómo serán las universida­des de López Obrador? ¿Cómo será su política educativa, con aliados como Elba Esther Gordillo y la Coordinado­ra Nacional de Trabajador­es delaEducac­ión?¿Cómoserásu­tratoconlo­s medios, blanco de sus críticas y descalific­aciones? Su gobierno comienza con enormes expectativ­as, con gran euforia, con numerosos enigmas.

En los primeros párrafos de su discurso inaugural en el Congreso, dijo: “nosotros queremosco­nvertirlah­onestidady­lafraterni­dad en forma de vida y de gobierno”. Pero López Obrador no puede ser conciliado­r, aunque lo intente. No está en su naturaleza, y su gobierno será una permanente campaña —con importante­s recursos económicos a su disposició­n— para garantizar la continuida­d de su partido en el poder por quién sabe cuántos sexenios.

Dice: “Gobernaré con entrega total a la causa pública, dedicaré todo mi tiempo, mi imaginació­n, mi esfuerzo a recoger los sentimient­os y a cumplir con las demandas de la gente. Actuaré sin odios, no le haré mal a nadie, respetaré las libertades, apostaré siempre por la reconcilia­ción y buscaré que entre todos y por el camino de la concordia, logremos la cuarta transforma­ción de la vida pública de México”.

Ojalá, pero...

Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendicione­s.

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LUIS M. MORALES C.
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