Lo que Paco Taibo quiso decir
No es —y no seamos alevosos en la interpretación a modo— misógino ni homófobo. Paco Ignacio Taibo II, a quien conozco hace años, no alberga una u otra taras morales, ni ha habido jamás asomo de uno u otro rasgo en su conducta.
La expresión que usó es propia de su generación (una proclive a la homoerótica denegada del albur y a la certeza ideológica) y de su formación (el lance desafiante, la rima que hace consigna, el inequívoco campo semántico de la palabra “camaradas” son rastreables a la retórica comunista).
Tampoco me preocupa que use palabras soeces o expresiones vulgares, angustia propia de tías (y tíos) solterones que acaso ignoren la solvencia literaria de Taibo y seguro no han leído a Rabelais o a Sade o a Joyce o a Bukowski o a tantos que han hecho de la vulgaridad y las “malas palabras” (si es que existen) vehículo de ideas y emociones y herramienta para honrar el lenguaje.
Lo que Taibo quiso decir, pues, no es que desprecie a las mujeres o a los homosexuales o el español pero es igual de grave: que desprecia los valores democráticos. “Se las metimos doblada, camaradas”.
¿A quiénes? ¿A los legisladores a los que Morena hizo votar una iniciativa que permite a los mexicanos nacidos en el extranjero dirigir una paraestatal?
Difícilmente: separada del vicio de origen de su redacción ad hominem, esa reforma a una disposición absurda era necesaria y, cuando llegue a votarse, habrá de beneficiar a mexicanos que no son de segunda.
Así, a los que nos la habrá metido doblada es a quienes no somos sus camaradas, a los que no pensamos como él.
Militante endémico, Taibo concibe un mundo binario y antagónico en que un sistema de ideas ha de vivir para que otro muera. Lo que está muy bien para organizar brigadas (si eso quiere uno) pero no para dirigir una editorial pública, cuya misión es construir un canon de las grandes ideas —todas ergo contrapuestas— y cuyo catálogo se ha caracterizado por trascender las veleidades de la coyuntura política.
Paco Ignacio Taibo II no debe ser director del Fondo de Cultura Económica. No por ser español, discriminatorio o malhablado sino por no ser un demócrata.
No debe dirigir el FCE; no por malhablado, sino por antidemócrata