El gran problema es que no hay dinero
Lo del neoliberalismo es, después de todo, el gran debate de siempre de la modernidad. Una discusión sobre el modelo económico que debieren adoptar los diferentes países de este planeta: parecía asunto cerrado, hasta hace poco, porque el estrepitoso fracaso del comunismo consagraba en permanencia los valores de la democracia liberal como antídoto a los excesos del capitalismo salvaje. O sea, que el socialismo colectivista había dejado de ser una opción mínimamente viable. Cuba y Corea del Norte seguían ahí, sin embargo, apareció luego Venezuela en el horizonte y, hoy, los principios rectores del sistema democrático se ven amenazados por el advenimiento de esos líderes populistas que, pretendiendo resolver los complejísimos problemas de nuestras sociedades a punta de demagogias y recetas fáciles, ponen también en riesgo la estabilidad económica de las naciones que gobiernan.
Porque todo viene siendo, finalmente, una cuestión de números, señoras y señores: las políticas sociales sólo se pueden implementar cuando las arcas del erario están bien provistas. No hay atajos ni fórmulas mágicas. Y, encima, los Gobiernos del mundo no tienen dinero propio sino que se embolsan meramente lo que resulta de producir bienes, es decir, de poder vender cosas en el mercado. A mucha gente no le gusta que la ambición de ganar dinero termine siendo el único procedimiento para poder repartirlo después pero eso, ese afán, es precisamente lo que mueve al dueño de un puesto callejero, al taquero, al que lava coches y al que prepara tamales en su domicilio.
El gran problema, en estos pagos, es que muy pocos de los ciudadanos económicamente activos pagan impuestos. Y así, la munificencia de papá Gobierno, tan esperada como necesitada, se ve severamente limitada. Dicho en otras palabras, la plata no alcanza: no basta para construir carreteras, para tener hospitales bien equipados, para pavimentar apropiadamente las calles y para pagar buenos sueldos a unos cuerpos policiacos profesionales y entrenados. El satanizado neoliberalismo no es tal vez el sistema económico más justo pero, bien acotado dentro de un verdadero Estado de derecho, le asegura por lo menos la recaudación a doña Hacienda. Pues eso.
No alcanza: no basta para buenos hospitales y construir carreteras