Exhumar el corazón de Tenochtitlan
En las excavaciones de los asentamientos rurales de la Cuenca de México que datan del periodo Posclásico tardío (siglos XIV-XVI d.C.), los arqueólogos suelen recuperar restos de fauna silvestre local que era capturada por los campesinos para servirse de ella como alimento o como materia prima en la confección de instrumentos y ornamentos.
Sobresalen, en orden de abundancia, los patos, los conejos, las ranas, los venados, las tortugas, los armadillos, las codornices, los peces y los moluscos de agua dulce. Obviamente, también se encuentran con abundancia huesos de animales domesticados como el guajolote y el perro.
En cambio, son muy distintos los vestigios de animales hallados en los asentamientos urbanos que eran vecinos y contemporáneos a las aldeas, más aún cuando se exploran sus palacios y centros ceremoniales. Esto es particularmente evidente en el recinto sagrado de la antigua ciudad de Tenochtitlan, cuyos depósitos rituales se distinguen por una inusitada riqueza y diversidad biológicas.
Tras cuatro décadas de trabajos, los miembros del Proyecto Templo Mayor hemos exhumado decenas de miles de individuos, pertenecientes a cientos de especies faunísticas que se agrupan en seis filos diferentes: las esponjas, los corales, los equinodermos, los artrópodos, los moluscos y los cordados. Estos últimos están representados por las clases de los peces cartilaginosos, los peces óseos, los anfibios, los reptiles, las aves y los mamíferos.
Una segunda diferencia tiene que ver con la preeminencia en el corazón de Tenochtitlan de organismos endémicos de regiones muy lejanas a la Cuenca de México.
Eran importados por los mexicas de prácticamente todos los confines de su imperio e incluso más allá, de ecosistemas tan contrastantes como las selvas tropicales, las zonas templadas, las regionessemiáridasyáridas,laslagunas costeras, los esteros, los manglares y los ambientes oceánicos.
Por lo general, no se trata de animales comestibles, sino de aquellos a los que, en tiempos prehispánicos, se atribuían profundos valores cosmológicos y divinos. Por tal razón, sus restos, más que hablarnos de la dieta o de las actividades artesanales del habitante citadino promedio, nos informan cuáles eran los usos simbólicos que los miembros de las élites les daban a estas extrañas creaturas.
“No se trata de animales comestibles, sino de aquellos a los que se atribuían valores divinos”
Recientemente se llevó a cabo el coloquio internacional “Los animalesyelrecintosagradodeTenochtitlan”, organizado por El Colegio Nacional, el Instituto Nacional deAntropologíaeHistoriaylaAcademia Mexicana de la Historia.
En total participaron 47 investigadores provenientes de renombradas instituciones académicas de México y el extranjero, quienes dieron cuenta de un catálogo excepcionalmente rico y diverso en cuantoalantiguoaprovechamientodeespeciesanimales,loquehace del Templo Mayor uno de los yacimientos arqueológicos más espectaculares del mundo.