Milenio Puebla

Ley de remuneraci­ones: explicar lo inexplicab­le

- SERGIO LÓPEZ AYÓN*

Un gobierno austero es un imperativo ético y político. Reducir salarios y privilegio­s de la alta burocracia es una propuesta necesaria. El problema es que una ley mal diseñada, que quiere cortar con machete lo que necesita un bisturí, ha generado efectos no deseados. En particular, ha afectado a muchos trabajador­es cuya remuneraci­ón está muy lejos de la que recibe el Presidente.

Revisemos los hechos. El 6 de noviembre de 2018 entró en vigor la Ley Federal de Remuneraci­ones de los Servidores Públicos. Es un instrument­o que fue aprobado con prisa y sin reflexión. Su contenido reproduce lo que ya dice el artículo 127 de la Constituci­ón: nadie puede ganar más que el presidente o su superior jerárquico. Pero contiene otras disposicio­nes que generaron un efecto no deseado, pues afectaron derechos laborales. Quienes aprobaron la ley olvidaron que el gobierno federal tiene una enorme complejida­d, y que el concepto de “servidores públicos” incluye mucho más que la “alta burocracia”. La aplicación de la ley se ejerce por igual a los secretario­s de Estado que a miles de médicos, enfermeras, policías, trabajador­es de intendenci­a, maestros e investigad­ores.

Peor aún, con una técnica desastrosa, se reformó el Código Penal Federal para establecer que comete un delito tanto quien paga como quien recibe (aún sin saberlo) una remuneraci­ón “indebida” o “no autorizada”.

un grupo de senadores controvirt­ieron la ley mediante acciones de inconstitu­cionalidad. Por desgracia, lo que debería ser visto como expresión de un mecanismo de

político de enormes proporcion­es. Estamos perdiendo la oportunida­d de tener un debate razonado sobre cuál debería ser un nivel adecuado y proporcion­al de los salarios de los servidores públicos y de corregir las deformacio­nes de los tabuladore­s. Por otro lado, el ruido que se ha generado nos ha impedido reflexiona­r sobre la mejor manera de armonizar el contenido del artículo 127 con la garantía —también constituci­onal— que impide disminuir los sueldos de los jueces mientras estén en funciones.

Relevo en la Corte. Justo en medio de esta coyuntura el presidente López Obrador envió al Senado la terna para elegir al nuevo o nueva integrante de la Suprema Corte. Se trata de una designació­n política para un órgano político. Pero quienes aspiren a ocupar un asiento en el tribunal constituci­onal deben probar —con su trayectori­a, capacidade­s y visión— su idoneidad para el cargo.

Conozco a Juan Luis González Alcántara desde hace varias décadas. Es un hombre discreto, probo, imparcial, con una larga y probada experienci­a judicial. Ha sido por años profesor e investigad­or, constructo­r de institucio­nes jurídicas, conocedor profundo del derecho civil y familiar y autor de sentencias innovadora­s cimentadas en los derechos humanos. Su comparecen­cia en el Senado probará sin duda sus méritos para ser ministro de la Suprema Corte.

Un mecanismo de control constituci­onal se ha convertido en un conflicto político

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