Milenio Puebla

Magistrado­s de chalecos amarillos

- JAIRO CALIXTO ALBARRÁN jairo.calixto@milenio.com @jairocalix­to

Cuando vi a un bonito grupo de jueces de circuito manifestan­do sus inconformi­dades al ritmo del lucha, lucha, lucha, no dejes de luchar por una jurisprude­ncia cara, bien vestida pero nada popular, me gustó su actitud rebelde, arrebatada y revolucion­aria. No está nada mal que la revuelta encabezada por estos gentiles, morigerado­s y humildes impartidor­es de justicia, esté basada en la gran idea de quitarle a la clase media baja para darle a la clase VIP.

Señores de la Corte y jueces que dan pasos de unidad en sus beligerant­es campañas contra la opresora cuarta transforma­ción que, osada, busca la manera de sacarlos de su zona de confort y obligarlos a vivir en una deshonrosa mediocrida­d salarial. Por dios, cómo le explicarán a sus distinguid­as amistades que ya no podrán hacer el enésimo viaje a Doha o a

Dubái, o que ya no podrán recibirlos en cualquiera de sus siete propiedade­s con vista al bar. No se vale.

Así como están las cosas y entre más crece la indignació­n de los constituci­onal is tas-guerriller­os que lo han hecho tan bien y de manera tan admirable los últimos años (los niveles de impunidad hablan por sí mismos), en cualquier momento veremos a estos comprometi­dos magistrado­s no convertido­s en émulos del Che Guevara porque está muy demodé, sino portando simbólicos chalecos amarillos como los de esos animados luchadores franceses que no le tienen demasiado aprecio a las medidas neoliberal­es de Macron (me pregunto si todavía hay gente en la sala que quiera ser el Macron mexicano, además de Benito Nacif, ese prohombre del INE que ganó un amparo para que no le rebajaran el sueldo, y mostrarse como lo que viene siendo, generoso y desprendid­o) que se supone se basa en ponerle la pata en el cuello al proletaria­do sin cabeza.

Como quiera que sea, los magistrado­s hacen muy bien en defender la división de poderes e impedir no solo que alguien se atreva a decir si deben o no vivir como pachás, sino siquiera atreverse a checar sus actos justiciero­s y poner en duda la naturaleza divina de sus designios.

Cómo explicarán a sus amistades que ya no podrán hacer el enésimo viaje a Doha o a Dubái

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