Magistrados de chalecos amarillos
Cuando vi a un bonito grupo de jueces de circuito manifestando sus inconformidades al ritmo del lucha, lucha, lucha, no dejes de luchar por una jurisprudencia cara, bien vestida pero nada popular, me gustó su actitud rebelde, arrebatada y revolucionaria. No está nada mal que la revuelta encabezada por estos gentiles, morigerados y humildes impartidores de justicia, esté basada en la gran idea de quitarle a la clase media baja para darle a la clase VIP.
Señores de la Corte y jueces que dan pasos de unidad en sus beligerantes campañas contra la opresora cuarta transformación que, osada, busca la manera de sacarlos de su zona de confort y obligarlos a vivir en una deshonrosa mediocridad salarial. Por dios, cómo le explicarán a sus distinguidas amistades que ya no podrán hacer el enésimo viaje a Doha o a
Dubái, o que ya no podrán recibirlos en cualquiera de sus siete propiedades con vista al bar. No se vale.
Así como están las cosas y entre más crece la indignación de los constitucional is tas-guerrilleros que lo han hecho tan bien y de manera tan admirable los últimos años (los niveles de impunidad hablan por sí mismos), en cualquier momento veremos a estos comprometidos magistrados no convertidos en émulos del Che Guevara porque está muy demodé, sino portando simbólicos chalecos amarillos como los de esos animados luchadores franceses que no le tienen demasiado aprecio a las medidas neoliberales de Macron (me pregunto si todavía hay gente en la sala que quiera ser el Macron mexicano, además de Benito Nacif, ese prohombre del INE que ganó un amparo para que no le rebajaran el sueldo, y mostrarse como lo que viene siendo, generoso y desprendido) que se supone se basa en ponerle la pata en el cuello al proletariado sin cabeza.
Como quiera que sea, los magistrados hacen muy bien en defender la división de poderes e impedir no solo que alguien se atreva a decir si deben o no vivir como pachás, sino siquiera atreverse a checar sus actos justicieros y poner en duda la naturaleza divina de sus designios.
Cómo explicarán a sus amistades que ya no podrán hacer el enésimo viaje a Doha o a Dubái