Las escrituras en juego
El estadio Azteca ha vivido todo lo que un campo sagrado merece. Son sus historias, llenas de memorables equipos y jugadores, las que le volvieron monumental. Entre todas ellas, hay una que le permitió ser, además de grandioso, muy acogedor. Sin importar el tamaño, ni el dueño, supo convertirse en la casa de un cuadro entrañable para una enorme cantidad de ciudadanos: cuando Cruz Azul lo hizo suyo a principio de los setenta, cobró otra dimensión. Fue allí donde La Máquina se hizo grande, contribuyendo a que el Azteca se volviera el hogar de millones de personas más. No puede entenderse la historia del inmueble sin la contribución cementera: es indestructible.
Testigo de sus mejores tardes, marcó la vida de generaciones que crecieron mirando en su cancha al inolvidable equipo que encabezaba Miguel Marín. Después llegó el tiempo de la mudanza, en un intento por buscar un rincón más personal que le permitiera independizarse de todo aquello que le hacía parecer el vecino incómodo del América. La nueva casa resultó pequeña. Durante ese tiempo en la colonia Noche Buena, que le ofreció todo el cariño de sus habitantes, Cruz Azul fue un inquilino muy querido, pero le faltaba algo: había una sensación de exilio. No vivió en el Azul sus mejores años, confirmando que hay equipos con un apego casi mágico a sus estadios. Porque aunque el Azteca nunca fue suyo, ni lo será, este equipo le daba una vida especial.
Para muchos aficionados celestes que no tuvieron la oportunidad de sentir aquella vecindad, la idea de que Cruz Azul luche por el campeonato en una cancha que no asumen como propia, resulta extraño. Algo más difícil de entender para las nuevas generaciones de americanistas, que ven esta posibilidad con recelo. Por la historia de ambos equipos al interior de este estadio, la final del futbol mexicano pone en disputa algo más que un título. Cualquiera que sea el resultado, está en juego una especie de escritura moral de la finca. El ganador tendrá un documento muy importante sobre la propiedad. Si bien en los libros el estadio Azteca pertenece sin dudarlo al Club América, un regreso victorioso de Cruz Azul a su vieja casa, debe presentarse ante notario: es cuestión de dar fe.
Por la historia, la final del futbol mexicano pone en disputa algo más que un título