¿Un cheque en blanco?
No hay desgaste alguno, así de prematuro como pudiera ser a estas alturas, con todo y que las decisiones tomadas y las estrategias emprendidas tienen costes muy altos para la nación; por el contrario, la luna de miel apenas está comenzando
Puessí,elpueblosoberanole ha otorgado un incuestionable voto de confianza al actual presidente de la República. Ganó el hombre las elecciones con una muy clara mayoría pero, ahora mismo, luego de haber cancelado un proyecto de infraestructura que debía generar ingentes recursos y de emprender una batalla contra los traficantes de combustible que está afectandodirectamenteamillonesdemexicanos, susnivelesdeaceptaciónhan…crecido.
No hay desgaste alguno, así de prematuro como pudiere ser a estas alturas, con todo y que las decisiones tomadas y las estrategias emprendidas tienen costes muy altos para la nación. Por el contrario, la lunademielapenasestácomenzando.
Es muy extraño, entonces, que el discursodenuestrosgobernantessesigacentrando en la denuncia de “adversarios” y que los adalides de Morena —el nuevo partido hegemónico que se nos apareció en el horizonte a todos los ciudadanos de este país— propalen la especie de que sus “enemigos”intentansabotearpuraysimplementeelproyectodesugranlíder.
¿Qué quieren, entonces? ¿Que no suene ninguna voz discordante, que nadie ejerza la facultad de criticarlos, que no haya la más mínima oposición a su proyecto y que todos los habitantes de Estados Unidos Mexicanos les rindan absoluta e incondicional pleitesía?
Aparte, ¿cualquier vestigio del pasado debe ser condenado lapidariamente, no hay nada rescatable de lo que pudieron hacer Fox o Enrique Peña o Calderón o hasta el mismísimo Ernesto Zedillo? ¿Qué es esto, una revolución, una refundación absoluta de la realidad en la que noseadmitendatos,cifras,hechos,experienciasyresultadostanconcretoscomo la creación de miles y miles de empleos formales en el ultimo sexenio?
La esperanza de millones de mexicanos se encuentra revestida de una inquietante intolerancia. Pretendemos construirunmundonuevoapartirdelrechazo visceral a todo lo anterior y, en el camino, parecemos dispuestos a sacrificar todo aquello que pudiere —o debiere— inquietarnuestrasconciencias.Laedificaciónde ese nuevo orden la estamos haciendo, paradójicamente, a partir de una renuncia a nuestroespíritucríticosiendoque,almismo tiempo, rechazamos frontalmente la más mínima manifestación de disconformidadconelproyectodeltimonelquelleva ahora los asuntos públicos.
Al final de esta ruta habremos de saber silaconstruccióndelgranproyectohabrá sido exitosa, sobre todo en lo que se refierealaimplementacióndelaspolíticaspúblicasquedebierenapuntalarlaempresa. Por lo pronto, hemos visto que se privilegian las medidas asistenciales, que el Gobierno va a distribuir recursos entre los sectores más desfavorecidos de la población, que el diseño institucional promueveunesquemadecentralizaciónabsoluta del poder político y que el mentado “neoliberalismo” se rechaza frontalmente como modelo de desarrollo.
La mera experiencia de afrontar racionamiento y desabastecimiento de combustible hubiera debido levantar una oleada de inconformidad en la población. Imaginen ustedes que todo esto hubiera ocurrido en los años finales del mandato de Enrique Peña, por ejemplo. Y, hay que decirlo, la estrategia ha sido muy torpemente diseñada, por más que el combate al saqueo de las gasolinas fuere una tarea urgentísima e impostergable. A la gente, sin embargo, no parece importarle lo de perder horas enteras en las filas de las estaciones de servicio ni tampoco lo de no poder desplazarse despreocupadamente en su coche a todos lados. La gente quiere saberqueelproblemadelsaqueodehidrocarburosseestáresolviendo.Punto.
Es muy difícil, a estas alturas, pronosticar un futuro de desencantos y descontentos. Los presuntos logros del actual Gobierno no necesitan siquiera de estadísticas ni comprobaciones. Y, miren ustedes, no es ya únicamente el “pueblo bueno” el que le brinda su apoyo a Obradorsinoaquellosquelleganensusautosa las gasolineras para encontrarse con que no pueden cargar combustible ni mucho menos llenar el tanque para emprender un viaje de fin de semana.
Así las cosas, vamos todavía a sobrellevar varios episodios de actuaciones gubernamentales sin que se advierta la más mínima expresión de ira popular. De hecho,elenojodelosmexicanosyaseexpresó muy claramente en las urnas el pasado mes de julio y los electores siguen no sólo lanzados en su aventura antisistema sino queaplaudenconentusiasmolasdecisiones tomadas por el jefe del Ejecutivo.
No recuerdo una circunstancia así, en los tiempos recientes (y, a decir verdad, en ninguno de los momentos que he vivido, porque el orden del antiguo régimen priista —así de hegemónico, autoritario y avasallador como pudiere haber sido— no resultaba de la voluntad popular sino de unaarteraconfiscacióndelossufragiosorganizada a punta de políticas clientelares, prebendas a los cuerpos afines al sistema llamamosdemocracialiberal._ y descarada compra de votos) pero espero que en algún momento se llegue a legitimar la existencia del pensamiento crítico comounaexpresiónperfectamentenatural, y admisible, de ese ente supremo que
La edificación del nuevo orden la estamos haciendo desde una renuncia al espíritu crítico