Milenio Puebla

El Mundial que viene

- JOSÉ RAMÓN FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ DE QUEVEDO

Antes de llamarlo Sub 20 le llamaban Mundial Juvenil, tenía magia aquel torneo inaugurado a finales de los años setenta con la intención de llevar el juego a todos lados de la mano de FIFA, Adidas y Coca Cola. Mirarlo era especial porque se trataba de jugadores pequeños que estaban a punto de ser grandes. Había un profundo respeto por el amateurism­o en el futbol de aquella época, que permitía disfrutar de las seleccione­s nacionales con inocencia y sin envolturas.

Era el Mundial de los jóvenes, y ese detalle le agregaba una dosis de alegría por el juego, y una buena cuota de suspenso por saber en dónde crecería la próxima estrella internacio­nal. Fue la mejor idea de Joao Havelange, cuyo impulso produjo un auténtico furor por el futbol en categorías menores.

El primero se jugó en Túnez en el año 1977, al que México acudió con un equipo del que se habló durante muchos años tras una histórica participac­ión: dirigido por Alfonso Portugal, terminó subcampeón del mundo por debajo de la Unión Soviética y por encima de Brasil. A partir de ahí, creció en el mundo la auténtica cultura de fuerzas básicas o inferiores a nivel de clubes, que los holandeses ya tenían muy dominada.

Túnez fue el primero, pero donde de verdad estalló el fenómeno juvenil, fue en Japón 1979. Dirigida por Menotti, Argentina ganó el título con un equipo de muchachos encabezado­s por Maradona al que el propio Menotti había dejado fuera del Campeonato Mundial un año antes en 1978 por considerar­lo, precisamen­te, un juvenil. Así que el torneo sirvió como revancha deportiva para Maradona que maravilló al mundo junto a Ramón Díaz, el goleador.

No todos los grandes cracks triunfaron en este torneo, ni todos los que triunfaron en él se volvieron cracks. La categoría sigue dominada por brasileños y argentinos que se reparten 11 de los 22 trofeos. La semana pasada terminaron de clasificar­se las 24 seleccione­s, incluida la mexicana, que jugarán en mayo el de Polonia 2019. No parece levantar grandes expectativ­as, aunque los sudamerica­nos, siempre presentan alguna joya. Con el tiempo, y con tantas categorías, el Mundial Juvenil perdió exclusivid­ad. Se quedó a medio camino entre el torneo Olímpico y la Copa del Mundo.

Era el Mundial de los jóvenes, y ese detalle le agregaba una dosis de alegría por el juego

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