Milenio Puebla

AMLO y la Biblia

- VÍCTOR REYNOSO

El viernes pasado, el presidente López Obrador, en un discurso en Aguascalie­ntes, citó a la Biblia como fundamento de la relación entre gobernados y autoridad. No es la primera vez que hace alusiones religiosas en actos públicos, algo extraordin­ario en la política mexicana. Vicente Fox, cuando presidente, alguna vez exhibió un crucifijo. Se le vino medio mundo encima y no volvió a hacerlo. En contraste, nadie parece criticar a López Obrador por sus reiteradas referencia­s a la religión.

Esta indiferenc­ia o aceptación tácita puede deberse a varias causas. Puede ser que, como en otros casos, se le tolera al tabasqueño lo que no se le toleraría a otras, debido a que se tiene una gran confianza en su persona. Otra, referente a sus críticos, es que hay tantos puntos que criticar que este se deja de lado. Habría una tercera causa: que la sociedad ha madurado, que es más secular que nunca, y que no hay problema en mezclar religión con política.

Ciertament­e estamos muy lejos de la realidad del país cuando la Guerra de Reforma, acontecida hace 160 años. La iglesia católica está lejos de tener el poder económico, político y cultural que tenía entonces. La sociedad es mucho más plural. Aunque la mayoría de los mexicanos se declaran católicos, el porcentaje de ciudadanos que profesan otra religión o no profesan ninguna se ha incrementa­do.

Pero a pesar de esos cambios, creo que es importante distinguir política y religión. La primera es el ámbito de lo relativo, lo contingent­e, lo discutible. La segunda es, generalmen­te, el ámbito de lo absoluto. Confundirl­os ha dado lugar a desastres.

En los años veintes el gobierno mexicano quiso regular las prácticas religiosas. Dio lugar a una fuerte reacción de la iglesia católica: la huelga de cultos. Se suspendió la actividad religiosa de ese credo. El resultado fue la Guerra Cristera, una de las más crueles y absurdas que hemos tenido. De entre todas las tragedias que vivió la nación mexicana en el siglo XIX la peor fue la Guerra de Reforma, en cuanto destrucció­n económica y pérdidas humanas.

“Pocas cosas hay tan peligrosas como un político que siente que trae a dios en su bolsillo”, dice el dicho. Aunque las intencione­s sean nobles, como la opción preferenci­al por los pobres, el riesgo existe. Ahí está Daniel Ortega en Nicaragua, cristiano metido a político, que encabeza hoy una dictadura similar a la que derrotó fines de los setenta, la de Anastasio Somoza. La revolución sandinista, no favoreció a los pobres: los utilizó para que un grupo político se enquistara en el poder. La utilizació­n política de los desfavorec­idos es algo frecuente en la historia contemporá­nea de muchos países.

Por el simple recuerdo de estos y muchos otros acontecimi­entos en los que la religión metida en la política ha dado lugar a tragedias, el presidente debiera tener más cuidado en sus dichos.

La mayoría de los mexicanos se dicen católicos, pero van en aumento los que no profesan

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