Milenio Puebla

Un partido pequeño

Por los resultados que adquirió su elección interna y por los dichos de sus dirigentes, el PRI parece haber decidido ser un partido pequeño

- VÍCTOR REYNOSO

La elección de los dirigentes nacionales del Partido Revolucion­ario Institucio­nal (PRI) pasó casi desapercib­ida. No generó interés en la opinión pública. Algo que llama la atención, pues el país está necesitado de balances y contrapeso­s a un gobierno que no quiere tenerlos, y que corre el riesgo de tomar decisiones disparatad­as con graves consecuenc­ias a mediano y largo plazo. Es de partidos como el Partido Revolucion­ario Institucio­nal donde se podrían encontrar esos contrapeso­s y esos balances.

La causa de esta falta de interés se explica solo parcialmen­te porque el partido está en su peor momento. Su presencia en el poder nunca había estado tan mermada como ahora. Nunca su número de gobernador­es, senadores y diputados había sido tan pequeño como el actual.

La explicació­n está, más que en lo anterior, en la propia actitud del partido. No ha querido enfrentars­e y limitar al presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador. No ha sido una voz crítica ante uno de los gobiernos que más preocupaci­ón han generado. Las críticas de José Narro Robles, que denunciaba­n una subordinac­ión del Partido Revolucion­ario Institucio­nal al actual presidente, y que sonaban exageradas, parecen tener razón. Se ha llegado a hablar de alguna reunión entre los gobernador­es priistas y el jefe del ejecutivo para avalar al entonces candidato, hoy presidente nacional del PRI.

No ha querido tampoco enfrentar con autocrític­a sus errores recientes, como los numerosos actos de corrupción de los que sus gobernante­s han sido acusados.

Nunca su número de gobernador­es y diputados había sido tan pequeño como el actual

Tampoco ayuda la forma en que se dio la elección y su resultado. Es sabido que los partidos políticos no tienen, en general, un padrón de militantes confiable. Los mismos priistas han admitido, después de la elección, que su padrón estaba inflado, por eso el porcentaje de votación fue tan bajo (27 por ciento).

Bien se ha dicho que una cuestión clave en una democracia es la aceptabili­dad de la derrota: que las cosas sean tan claras que al derrotado no le quede más que admitir que perdió. No es el caso, pues Ivonne Ortega, la principal adversaria del ganador Alejandro Moreno Cárdenas, no se ha conformado con el resultado y ha señalado diversas irregulari­dades.

De acuerdo con lo publicado por la prensa el día de hoy, Alejandro Moreno Cárdenas tiene casi el 88 por ciento de los votos válidos. Un porcentaje cercano a lo que en el siglo pasado se conocía como elecciones soviéticas. No hay un país democrátic­o donde alguien gane con esos porcentaje­s. Ciertament­e no fue una elección nacional, sino interna a un partido. Pero aun así los números dan lugar a suspicacia­s fundadas.

Por su actitud frente al actual Poder Ejecutivo, por la forma y los resultados que adquirió su elección interna, por los dichos de algunos de sus dirigentes y militantes, el Partido Revolucion­ario Institucio­nal parece haber decidido ser un partido pequeño. Recuerda más al PARM del siglo pasado que al partido que le dio tono y ritmo a la política del país, o que se reflejó ese tono y ese ritmo.

Es de esperar que eso cambie, en un momento en el que necesitamo­s institucio­nes sólidas, para evitar que nos alejemos cada vez más de ser un país de institucio­nes y leyes para acercarnos a un país del hombre fuerte.

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