Pan y circo con Diego Luna
Hoy se estrena uno de los programa más completos, inteligentes, oportunos y apetitosos que se han hecho en este país en los últimos años.
Me refiero, por supuesto, a Pan
y circo de Amazon Prime Video que, como usted sabe, es una idea del gran Diego Luna quien, además, participa como conductor.
Sí es importante decir esto porque, ¿qué cree?, Diego hace un trabajo periodístico mil veces mejor que el de muchos comunicadores de esos que se sienten paridos por Dios y que jamás consiguen conectar ni con las fuentes ni con el público.
¿Qué es Pan y circo (el nombre es fantástico)? Una combinación única de formatos, temas, personajes y lenguajes audiovisuales.
Por un lado, es un programa de cocina. Por el otro, uno de viajes. Y en medio, show de entrevistas, mesa de análisis, revista periodística y foro de debate.
Se habla de gastronomía, turismo, política, entretenimiento, cultura, salud, violencia, ecología. Todos los grandes temas del momento están ahí.
Los discuten chefs, presidentes, estrellas de cine, secretarios de Estado, científicos, senadores, cantantes, activistas.
De repente es como un reality show. Pero luego, no; es como una película elegantísima. Aquello luego se transforma en un programa tradicional, pero más tarde vemos algo hecho en Zoom.
Y llegamos a una parte como de canal de noticias y de ahí nos vamos a algo muy parecido a lo de las redes sociales. ¿De casualidad usted ha comido torta de chilaquiles o pizza de cochinita pibil?
Pan y circo es eso, cocina fusión trasladada a la comunicación, lo mejor de muchos mundos a su alcance ya. ¿Cuál es la nota? La profunda valentía de Diego Luna y sus amigos. Ellos son ricos y famosos. No tienen ninguna necesidad de hacer nada y menos de meterse en problemas.
No les costaría nada sacarse alguna comedia romántica de la manga o aceptar un papel en alguna película de misterio.
Pero no, se están arriesgando en fondo y forma hablando del aborto, de la migración, de la pandemia, del cambio climático, de la violencia de género y de un montón de cosas a las que los medios tradicionales les tienen miedo porque, según ellos, la gente es estúpida y solo quiere ver vulgaridades.