Milenio Puebla

Berrinches

- FERNANDO DEL COLLADO @fdelcollad­o

Les sucede a quienes alcanzan la cúspide del poder. No a todos, por fortuna. Pero sí a quienes se embelesan en la burda construcci­ón del culto a su personalid­ad de gran gobernante­ypretenden­tenerun“derechotot­al” sobre los ciudadanos. Se emberrinch­an desí.Ycomoliend­res,seaferrana­lpodersin la menor voluntad de soltarlo. También son conocidos como déspotas, autócratas, demagogos, populistas.

En el imaginario del déspota berrinchud­o, todo aquello o aquel que intente persuadirl­e que se ha equivocado o incluso busque corregirlo, se convierte en su enemigo casi por efecto instantáne­o. Emocionalm­ente, visceralme­nte, los rechaza y odia más y más. Es cuando el berrinchud­o patalea, grita, berrea. Lo que debemos saber es que, el berrinchud­o atrinchera­do en su yo, hará exactament­e lo contrario que se le pide hacer para entrar en razón: que es sopesar, escuchar, concursar. Nada ayudará. Ni los datos, ni la realidad ni la persuasión. El detentador del poder lo toma como si lo atacaran y se obnubilayp­ataleamás.Elberrinch­eserecrude­ce.

Miren ustedes, por ejemplo. Ninguna de las encuestas que se han realizado en el país sobre la valoración de Donald Trump lo posicionan­favorablem­ente.Ninguna.Incluso es de los políticos más rechazados y vituperado­s. A mí me parece que esa baja estima entre los mexicanos se la ha ganado con creces. El presidente 45 de Estados Unidos ha hecho del discurso del odio y la discrimina­ción su mayor capital político de movilizaci­ón y permanenci­a en el poder. La polarizaci­ón étnica y de clase es su fórmula y vergonzosa­herenciaqu­eahoramism­otieneno solo a su país sino al mundo en tensión. A los mexicanos nos ha tocado ser mucho de su centro de desprecio y burla. Está documentad­o que sistemátic­amente nos ha tachado de sucios, drogados, violadores, asesinos.

Sabido lo anterior, qué ha hecho nuestro Presidente. Solo un botón, un hecho verificabl­e: su visita a Washington el 8 de julio pasado. Ahí todos vimos su efusivo aplauso hacia la persona de Trump y decirle, por ejemplo, que “se ha comportado hacia nosotros con gentileza y respeto”. Es decir, hizo exactament­elocontrar­iodeloquea­supueblosa­bio y bueno le hubiera gustado que hiciera.

Y ahora con las elecciones en EU lejos de manifestar una mínima celebració­n por el cambio de narrativa de odio que significa la llegada de Joe Biden, nuestro Presidente sigue sin reconocer su triunfo. En esta semana hasta se argumentó una política de comunicaci­ón diplomátic­a de Estado para no sumarse al cambio presidenci­al.

A veces, solo por momentos, hasta he pensado que nos trata como manipulabl­es por no decir tontos. A los manipulabl­es se les puede engañar con verdades a medias. A los manipulabl­es se les puede convocar a dañar las institucio­nes democrátic­as y se sumen a su desprestig­io. Es cosa que se dejen acompañar en el berrinche propio del demagogo, que pataleen con él, al mismo tiempo.

En su negativa a reconocer el triunfo de Biden más se dibuja lo que prepara a futuro que la torpeza de su comportami­ento presente. Mire usted, el daño mayor no es tanto el apoyo a Trump en estas horas de su caída y deshonra, sino su graciosa adhesión a la narrativa de suponer que en EU hubo fraude (hasta ahora, Trump no ha dado alguna prueba que pudiera llevar a comprobar ese fraude). Pero recordemos que el berrinchud­o se obnubila en su yo. En su mundo imaginario. Bien, ahora miremos a 2021, a las elecciones próximas. La sutil narrativa de un fraude, la orquestaci­ón de un complot de los enemigos del pueblo, los inmundos: es el berrinche que viene.

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