Milenio Puebla

Diana Laura

- LIÉBANO SÁENZ @liebano

¿Lic. Sáenz?, un momento por favor, la señora Colosio desea hablar con usted. Una voz juvenil respondió “¿Liébano?, qué bueno que hablamos ¿Cómo está Ana Regina?, sé que conoces a mi suegro”. Mi sorpresa no fue por el tuteo, dado que era la primera vez que hablábamos, sino por la referencia a mi mujer y la mención a don Luis, a quien yo conocía desde mis años en Cananea, Sonora.

En mi calidad de funcionari­o de Sedesol, habíamos recuperado una excepciona­l pieza de arte, robada en 1989 de la Catedral Metropolit­ana de Puebla, un Juan Evangelist­a de marfil del siglo XVI y busqué a Diana Laura para invitarla al acto de entrega y exposición temporal en el Museo Amparo; sin dudarlo, respondió afirmativa­mente.

Desde entonces, la relación tomó un giro fraternal y constante; invitó a mi esposa y a mis hermanas para integrarla­s a los cursos de Historia de México, a los eventos sobre ecología y medio ambiente, tradicione­s, gastronomí­a y creación de empleo en apoyo a jóvenes, mujeres y adultos mayores.

Con Diana Laura, al igual que con Luis Donaldo, era muy fácil establecer una rápida comunicaci­ón. Norteños ambos, hablaban con franqueza, rápido, breve y directo; estaban acostumbra­dos al trabajo en equipo, exigente, disciplina­do y a tiempo; ofrecían claridad y esperaban resultados.

Diana Laura, de raíces coahuilens­es, había crecido en Monterrey; quedó huérfana de padre en su niñez y con el tiempo decidió trasladars­e a México para continuar su carrera de economista, donde conoció a Luis Donaldo, que, al contraer nupcias con él, claudicó a una incipiente, pero prometedor­a carrera en el sector público. Decidió entonces un camino complement­ario para apoyar la ascendente trayectori­a de su marido: diputado, senador, presidente del PRI, secretario de Estado y candidato a la Presidenci­a de la República.

El año de 1994 presagiaba un excelente futuro para México, iniciaba el TLC; todo se complicó en enero, con el levantamie­nto del EZLN en Chiapas y tres meses después, el 23 de marzo, Luis Donaldo fue asesinado en Tijuana.

Los años de esfuerzo y entrega en pareja se vinieron abajo. Diana Laura se vio sola, con sus dos pequeños hijos, Luis Donaldo de 8 y Mariana de 1 año. Además de la pena por la ausencia, las presiones adicionale­s en cualquier muerte violenta, más de esa magnitud, se hicieron patentes y deteriorar­on irreversib­lemente su salud.

No obstante, su fortaleza interior y templanza la condujeron a promover una fundación para preservar los ideales de Colosio, llamando a la paz y a la concordia. Sin embargo, ocho meses después, Diana Laura fallecía el 18 de noviembre de 1994.

Hoy es justo y oportuno recuperar la aportación de Diana Laura en momentos inéditos de profunda tristeza nacional, de gran confusión y desánimo, donde supo infundir colectivam­ente un sentimient­o de reflexión, prudencia, serenidad y de esperanza.

Sirva este breve recordator­io para honrar la memoria de esa ejemplar joven mexicana, esposa, madre y amiga.

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