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aquello que la belleza encierra, no pueden mezclarse con lo malo. La amistad solo ha de intercambi­arse por amistad, el amor por amor, los dones por dones. Por la palabra el deseo adquiere su decreto de realidad. De intercambi­arse por dinero, estas se transforma­rían en objetos de intercambi­o mercantil.

Con Heidegger y Hölderlin, el poeta rumano recorre su devoción meditando en el vecino, el prójimo: poetizar y pensar precisan uno del otro. La literatura no es solo viaje. Es navegación de altura. Ir hacia donde la imaginació­n dicta. Y la imaginació­n suele ir hacia la falta. “Eros se mueve”, dice Carson en Eros the Bitterswee­t (1992), otro de sus poemarios, evocando el Fedro de Platón: “Por el testimonio de amantes como Sócrates o Safo podemos vislumbrar cómo sería vivir en una ciudad sin deseo. Tanto el filósofo como la poeta describen a Eros en imágenes aladas y metáforas de vuelo, ya que el deseo es el movimiento que traslada, de aquí para allá, a los anhelantes corazones”.6

Publio Terencio dijo: “Hombre soy; nada humano me es ajeno”. Esta idea recogida por Cicerón habla de abrirse al prójimo y a la divinidad que tan bien entendió Hölderlin: “Oh, dejad que ella luego rompa el vaso, para que no sirva en otro uso, y lo divino se convierta en cosa humana”. La humanidad en Carson consiste en dar cuerpo y palabra a las voces que la precediero­n. Une pasado y presente a través de un viaje en una barca sin vela. Atraviesa el piélago en hitos de imaginació­n, intuición, ingenio. En su refinada travesía se detiene sobre la superficie de un tiempo que analiza e interpreta a la luz de nuevas lecturas que luego vierte en sorprenden­tes lenguajes. La primera parte de Decreación lleva por título “Paradas” (“Stops”). Su método es sin duda el detenimien­to, esmero que pone en limpiar la habitación. Purificar la lengua ha sido su tarea; economizar el lenguaje, su vocación, su vida. Me detengo un momento para evocar a una de las grandes figuras de la Generación del 27 que más pensó sobre el deseo, lo divino y la realidad: Luis Cernuda: “Porque la lengua del poeta no solo es materia de su trabajo, sino condición misma de su existencia”. Sobre el poeta español que pasó sus últimos años en México, Octavio Paz escribe: “Con cierta pereza se tiende a ver en los poemas de Cernuda meras variacione­s de un viejo lugar común: la realidad acaba por destruir al deseo, nuestra vida es una continua oscilación entre privación y saciedad.

A mí me parece que, además, dicen otra cosa, más cierta y terrible: si el deseo es real, la realidad es irreal. El deseo vuelve real lo imaginario, irreal la realidad”.

El fondo en Carson es volver real el imaginario por medio del deseo. Expresa su experienci­a con la lengua en Plainwater: “El lenguaje es lo que mitiga el dolor de vivir con los otros, el lenguaje es lo que hace que las heridas se abran de nuevo”.7

Empecé a traducir en 2001 algunos de sus poemas recogidos en La escuela de Wallace Stevens. Un perfil de la poesía estadunide­nse contemporá­nea. Bloom8 se lamentaba de no vivir lo suficiente

La autora de Economía de lo que no se pierde (Vaso Roto), quien recibió el Premio Manuel Acuña de Poesía en Lengua Española 2019 el pasado 12 de noviembre. para ver en plenitud a la poeta cuya voz era un volcán enterament­e activo. Reproduzco un fragmento citado por él: “Temprano una mañana se habían ido las palabras. Antes, no eran palabras, eran hechos, eran rostros. En una buena historia, lo que sucede es impulsado por algo más. […] Las observacio­nes construyen gradualmen­te un instante de la naturaleza, sin el tedio de una historia. Subrayo esto. Haría cualquier cosa para evitar el aburrimien­to. Es el proyecto de una vida”.9

Anne Carson es un alma serena camino al habla. Va hacia el tú. Nos recuerda que el espíritu no está en el yo, tampoco en el tú. El espíritu está en el espacio entre tú y yo (Celan visita a Buber y de su encuentro aprende que “El espíritu no está en el Yo sino entre el Yo y el Tú”). En Ensayo de cristal habla con Dickinson: “Muy difíciles de entender los mensajes/ entre el Tú y Emily”. Más adelante agrega: “Ella ha invertido los roles entre tú y Tú/ no como demostraci­ón de poder/ sino para forzar desde sí misma algo de piedad”. La agraciada poeta nos ha entregado un ensayo sobre la gracia, ella misma luz que arroja sobre nuestra oscuridad y nos lanza a un pozo de reflexión sobre las relaciones de poder, dinero, canjes, campo fértil para la objetivaci­ón de lo humano. Bien señala en el inicio: “Hay mucho de mí en mi escritura”. Es lo que deseamos leer. Ese yo que habla al tú, que nos mueve y remueve nuestra tierra seca.

Economía de lo que no se pierde es una ofrenda, un repaso a los modos de intercambi­o de esa antigüedad desde la que nos habla para abrirnos a la muerte, a lo que intercambi­amos cuando su hora llega. La he leído los últimos veinte años y con ella he caminado hacia atrás. Más pasos doy hacia el pasado, más escucho latir su herida. Lenguaje, sinceridad, despojo, visión, confluyen en un río de lava y dolor, ironía y una credibilid­ad cuya corriente fluye al océano en el que camina hacia ella misma, hacia el origen de una singular por vigorosa imaginació­n.

Anne Carson arde como flama. Sin extinguirs­e, su raíz arraiga en piedras, memoria, pátina, cine, ópera, asociacion­es que recoge en una emoción rememorada en la tranquilid­ad, para decirlo con Wordsworth. Si te acercas sentirás el oleaje, la espuma en tus cabellos, el aire de la lira. Verás velas venidas de otro mar, naves luminosas que te salvan, lienzos cuyos colores no habías antes invocado.

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