Asfixiados
Acostumbrado
a los incendios, a caminar en medio del fuego y conociendo el difícil oficio de separar las llamas de las personas, conmovía que se hubiera detenido en ese trágico detalle, que lo mencionara, que lo tuviera tan fresco entre los dedos, tan vivo en la memoria. “Los cuerpos tenían la piel caliente”, dijo Charles Hood, jefe de Bomberos de San Antonio, quien acudió el lunes pasado al llamado de auxilio desde una carretera vecinal cerca de la ciudad de San Antonio, Texas, para descubrir una de las peores tragedias de migrantes en la historia de Estados Unidos. La caja de un tráiler abandonado que se quedó sin aire y en donde murieron de asfixia 51 de los más de 60 ilegales que ahí viajaban. La mayoría de ellos mexicanos, pero también guatemaltecos, hondureños, familias, niños; 51 muertos con la piel caliente. Un contrasentido solo posible aquí, uno de los infiernos que nos hemos construido. El de los migrantes, los traficantes de personas, los coyotes, los polleros.
La misma historia contada millones de veces. Como aquella de 1963 que le da nombre a parte del fenómeno y que relató el periodista J. Jesús Blancornelas: “…los aduaneros de Tijuana encontraron en el coche de un contrabandista unos pollos completamente chamuscados por el calentamiento del motor, después de aquel espectáculo de pollos quemados, en la misma garita y dos años después, una larga camioneta pick-up fue sometida a revisión. El vigilante descubrió un doble fondo. Iban apretujados casi 10 mexicanos (…) Fotógrafos y camarógrafos captaron a los empaquetados y frustrados indocumentados. Alguien dijo ‘parecen pollos’, recordando el chevroletito con las aves chamuscadas. Desde entonces así les dicen”. Los pollos de los polleros a los que las autoridades de este y de aquel lado les sacan fotos. Siempre asustados, a veces sin aliento y otras veces, menos que eso.
El lunes pasado los pollos estaban sudados, amoratados, muertos. Esta vez las autoridades se peleaban por no sacar la foto y mucho menos salir en ella. Los gringos decían que el tráiler había salido de México. Los nuestros que no, de ninguna manera, imposible, que había salido del otro lado. Estúpido pensar que con ello eludirían la responsabilidad en el crimen. No importa de dónde salió el tráiler. Los mexicanos salieron de México, los guatemaltecos de Guatemala, los hondureños de Honduras y los muertos murieron en Estados Unidos. Todos son responsables.
El Presidente dio el pésame y anunció que la migración sería un tema fundamental en la reunión que sostendrá la semana entrante con Biden. Es por pobreza y desesperación que estos hechos suceden, dijo, y tiene razón. Que es necesario llegar a un acuerdo migratorio, también tiene razón, y no miente al decir que para los estadunidenses el tema pasa por la política y las elecciones. Lo que no dijo es que aquí también. Que siempre suena bien indignarse y exigirles a los gringos, pero en el fondo es vergonzoso. No existe ninguna razón para que los estadunidenses acepten ilegales. El país de donde huyen los mexicanos es de México.
Mexicanos ahogados por su país que se van a morir de asfixia al Gabacho con una cruz y una lápida encima que dice: “Lo siento, la remesa que les iba a enviar no llegará”.