Milenio Puebla

La marcha que no existió (y debería)

- CARLOS PUIG @puigcarlos

Escribí ayer aquí que pienso que el éxito de la marcha del domingo tiene que ver con el intento de transforma­r (para beneficio del gobierno) una institució­n que en lo fundamenta­l funciona y que arregló un problema que por décadas era el principal del país: el de las elecciones y la democracia, y lo hizo involucran­do a la ciudadanía en cada elección.

Es cierto también que es la primera marcha de protesta de esa magnitud después de cuatro años de muchos otros cambiosdep­olíticaspú­blicasydec­isiones que a algunos de los que ayer marcharon habían indignado y molestado, pero no habían logrado consensos —ni siquiera entre la oposición partidista o de la sociedad civil— como el de la reforma propuesta al Instituto Nacional Electoral.

En estos días, mientras se debatía públicamen­te el asunto del INE, la reforma y la marcha, hemos visto el colmo en la degradació­n de otra de esas institucio­nes que importaban, que importaron, que se crearon para incidir en un tema grave en la vida mexicana que no ha cesado. Me refiero a la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

Desdehacea­lgunasdéca­das,nosintropi­ezos pero con muchos aciertos, la CNDH se había constituid­o en un lugar donde miles de víctimas acudían para buscar refugio y las visitadurí­as y sus equipos hacían el trabajo para, mediante informes y recomendac­iones, al menos hacer visible las atrocidade­s cometidas por autoridade­s y muchas veces cambiar cosas

El gobierno decidió poner al frente de la CNDH a una aliada

en institucio­nes y remediar agravios.

Era una institució­n construida para controlar y denunciar los abusos de la autoridad y para dar cobijo a miles de víctimas de sus abusos. Eso se había construido, poco a poco, con muchos obstáculos porque la autoridad es la autoridad.

Y luego llegó la transforma­ción —es un decir—.

El gobierno decidió poner al frente de la CNDH a una aliada, una leal, que hoy se ha convertido en una cómplice.

Que sale a defender la reforma electoral — vaya usted a saber qué tiene que ver eso con su mandato— o a obsesionar­se por el tuit de uno de sus consejeros —eso sí nos dice más de ella y su equipo—.

En estos tiempos, como desde hace muchosaños,deviolenci­a,dedesapare­cidos, de militares en las calles, hemos perdidoala­institució­nquealgopo­dríahacer al menos para denunciarl­o y saberlo.

Supongo que parte de la normalizac­ión es que nadie sale a marchar por eso. Es jodido, muy.

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