Robo de la dignidad
Una persona, por el hecho de nacer, cuenta con un valor inherente que no depende de ningún condicionamiento ni de las diferencias del lugar de origen, ni de las razas, color de piel, sexo, condición social o creencia religiosa.
El ser humano posee su dignidad, es decir, su autonomía de voluntad y libre albedrío, su derecho a la vida, al pensamiento, a descansar, a caminar, a ir y venir, sin ser molestado. La dignidad no tiene precio y no es dependiente de algún tipo de condicionamiento, ante lo cual, no requiere del reconocimiento de nadie porque se trata de un valor por el simple hecho de vivir, de ser, de existir.
En medio de los efectos de la pandemia de covid-19 y un aumento de la migración, los seres humanos que salen de sus lugares de origen en busca del llamado “sueño americano” se enfrentan a múltiples violaciones a sus derechos humanos.
Contra las agresiones y ataques, tanto de autoridades como de integrantes de la sociedad civil, existen redes de apoyo que buscan que se respete la dignidad de las personas. Los integrantes de la Iglesia, entre ellos, los sacerdotes diocesanos y religiosos como los jesuitas y los coordinadores de albergues, sin importar el riesgo que corren, brinda apoyo a los transmigrantes.
Por un lado, la Compañía de Jesús se enfoca en la búsqueda de migrantes desaparecidos y tienen servicio de albergue, en la ruta del tren conocido como La Bestia, donde brindan cobijo, descanso, higiene y alimento a todos quienes llegan buscando ayuda.
Dentro del aumento de los flujos migratorios, Arturo González González, coordinador de la Red Jesuita con Migrantes, lamentó que se estén presentando acciones que roban la dignidad de las personas que buscan mejores condiciones de vida en lugares diferentes a los que nacieron.
El sacerdote destacó que los migrantes son golpeados, agredidos física y verbalmente, son víctimas de violaciones a sus derechos humanos y, en una palabra, les roban la dignidad.
Al mismo tiempo, los seres humanos que dedican su tiempo a brindar apoyo a los migrantes se encuentran en medio de encrucijadas porque trabajan en las fronteras culturales, existenciales, de miseria, de violencia, humanas.
Ante el panorama, es necesario que las redes de apoyo se fortalezcan y se dupliquen los esfuerzos y acciones para brindar acompañamiento a toda aquella persona que está buscando mejores condiciones vida.