El desierto crece
Cae sol encima de la carretera vacía, infinita de silencios, lejana del ciberespacio hediondo, las palabras archimanidas y las trilladas metáforas nietzscheanas.
Esa nada es este hecho: el viaje hasta la tierra prometida en sentido contrario, porque acá las huellas te llevan a una necesaria deriva.
Como en el Libro de arena de Borges, no hay señales ni sentido al avanzar por el desierto. Una sensación extraña de libertad y de cactus crece dentro de la errancia y el extremo. Desvío refulgente al ver todo desde otro lugar más lento. Para cambiar al mundo hay que cambiar primero la forma en que lo miramos, dicen los zapatistas.
Rumbo al Chaco, aún sin entender lo que vendrá en estas tierras adolescentes de La insolación, de Horacio Quiroga, así como las de algunos fragmentos imborrables de Augusto Roa Bastos y la canción “Trátame suavemente”, de Cerati.
La recta de la supervivencia rodea canibalismos ilustrados y rebaños de cabras delgadísimas. Un señorón militar parado a mitad del solitario camino es en sí mismo un retén del Ejército de Paraguay en busca de criminales, cadáveres y entretenimiento de guerra.
El subteniente detiene el convoy. Pide identificaciones y revisa pasaportes mexicanos. Investiga enGoog le los nombres que le causan curiosidad tras leerlos impresos. Una búsqueda infructuosa de delitos y cosas interesantes, salvo el hallazgo de algunas fotografías que muestran
Hay un poco de viento ahora que el camino vacío volvió
ciertos cielos crepusculares en el lejano estado de Sonora.
Hay un poco de viento ahora que el camino vacío volvió. Ya de regreso a la realidad del teléfono celular perversamente inteligente y a la intermitente señal de internet, danzan en la micropantalla furibundos mensajes de 140 caracteres sobre salvar a las instituciones y sobre stripteases (sic) conservadores, pero todo es tan crucial y urgente que resulta estéril y vacuo.
Son los tiempos y territorios diseñados por Elon Musk y secuaces para enredar la discusión política y volver virtual la organización social que antes era presencial. La maraña impone un statu quo que simula anarquía y pregona democracia. El desierto crece.
Así es como vamos acercándonos a Filadelfia para mirar el sol guardarse entre la dichosa nada que nos inunda. El mundo occidental es esta esquina enigmática que se expande como árbol veloz, dando sombra a un ocaso de tierra que por debajo está salada de mar.