Se vale sobar
El Presidente le pidió prestado a Sheinbaum su brincolín y saltó muy alto para decir que le tiene sin cuidado que la reforma electoral “no pase” porque el diputado Hamlet García dará cuenta de Polonio-Monreal (chiste cultimalo).
Gil tiene la impresión de que el gobierno no sabe cómo quitarse de encima la multitudinaria marcha en defensa del INE y en protesta por el intento regresivo de la reforma electoral. La jefa de Gobierno y precandidata de Morena, más lo segundo que lo primero, se tiró un clavado del brincolín y dijo que quienes marcharon son “mapaches electorales”. Como usted lo lee: todos los que caminaron del Ángel de la Independencia al Monumento a la Revolución y repletaron las calles, todos, sí, todos, se dedican al fraude electoral. Pues cuidado porque se trata de una cantidad peligrosísima. Seguro compran votos regalando dinero, eso que llaman redes clientelares; sí, los que marchan le dan su lana a los viejitos, a los jóvenes menesterosos y al que se afilie a su partido. Perdón, Gil se ha desencaminado, dispénsenlo.
Ser o no ser
Gamés está de plácemes. No siempre se estrella alguien con un momento epifánico. Aquí vamos: el diputado Hamlet García, integrante del grupo de trabajo para el análisis de más de cien iniciativas en materia electoral, también se tiró del brincolín (a Gil le gusta escribir Hamlet) y dijo: ser o no ser, ése es el asunto (aigoeei con la traducción de Gilga, que le pertenece a Tomás Segovia). El amigo Hamlet ha dicho con todas sus letras que la cifra de legisladores de Morena, el Verde y el PT en San Lázaro pueden obtener sin problema un número suficiente para designar a tres de los cuatro consejeros del INE en abril del 2023. Y Hamlet va: ¿y esa sombra en el horizonte, acaso es el padre de Hamlet?, no, la presencia de los legisladores de Morena y sus satélites. Gil no deja de sosprenderse (así, sosprenderse) a sí mismo.
Dice Hamlet que si rechazan la reforma, Morena presentará de inmediato una iniciativa de reforma a la ley secundaria que no requiere consenso. Ellos nunca pierden y cuando pierden arrebatan.
El Presidente le pidió prestado a Sheinbaum su brincolín y saltó muy alto para decir que le tiene sin cuidado que la reforma electoral “no pase” porque Hamlet dará cuenta de Polonio-Monreal (chiste cultimalo).
Jesús: trae como de rayo una Constitución. Gracias, Chuy; ahora deposita en el suelo la Carta Magna y, por favor, que suene fuerte el Jarabe Tapatío, y a bailar con las botas picudas de la transformación: ¡Venga! Que nos traiga Marcelo un paliacate, que nos hace falta. Marcelo se encuentra fuera del país, Presidente. Pues que se regrese con dos paliacates rojos. Sí, siñor.
El maldito PRI
Gil no le cree nada a Alito. Para empezar porque siempre que declara algo parece que acaba de pelear contra Julio César
Chávez. Véanlo y sabrán. Nosotros marchamos muy fuerte, al INE no se le toca. Mju, les vamos a creer. Sus votos en contra de la reforma electoral, bienvenidos; sus mentiras, una radiografía de sus huesos. ¡En esta esquina, de 78 kilogramos! ¡Alito de Campeche! En esta otra, de ¡80 kilogramos, Adán Augusto de Bucareli! Ahora mal sin bien: y si esta tarde se presentan en las oficinas de Alito un propio y un extraño y le pasan la factura de unas transas y le dicen que hay que pagar con votos a favor de la reforma, entonces qué.
Monreal y Martínez
Monreal hizo a un lado el brincolín y movió unas piezas en el tablero de la política asegurando que en la Cámara de Senadores se revisará el proyecto de los diputados “con mucha seriedad, ecuanimidad y prudencia, que es lo que exigen los ciudadanos, escuchando y consensuando, no imponiendo y no incursionando en regresiones”. Un trascendido hizo correr la noticia de que el Presidente se colgaba de las lámparas.
Germán Martínez es un misterio para Gamés: primero le aceptó una vergonzosa chamba al Presidente y se sentó en la silla del director del Instituto Mexicano del Seguro Social. Luego renunció y los mandó a volar. Pasó el tiempo y el senador Martínez se ha despachado con el cucharón de la crítica: primero un discurso contra la militarización en presencia del general secretario. Y después de la marcha dijo que la reforma electoral estaba herida de muerte: “la oposición no está ni electoral ni moralmente derrotada, sino vivita y ganando”.
Los senadores Monreal y Martínez, piensa Gamés (ya empezaron las jactancias), han demostrado que se puede hacer política sin gritos, sombrerazos y brincolines.
Todo es muy raro, caracho, como diría Ernest Renan: “Los golpes de la adversidad son muy amargos, pero nunca estériles”.
Siempre que Alito declara algo parece que acaba de pelear contra Julio César Chávez