Condiciones para la paz
La invasión rusa en Ucrania ha destruido a un país. Ha causado estragos en la economía de todas las naciones. Amenaza la paz en el mundo. Por eso nos debemos hacer esta pregunta: ¿Pudo haberse impedido en diciembre de 2021, si el presidente Biden acepta la exigencia del presidente Putin de no expandir más la OTAN hacia el este? ¿Pudo haberse detenido más adelante, en marzo de 2022, si Washington hubiera acogido con beneplácito el borrador de paz que intercambiaron Moscú y Kiev, basado en la garantía de la neutralidad de Ucrania? La paz vuelve a tener hoy una oportunidad, tras la contraofensiva de Ucrania en el Donbas y la recaptura de Kherson. Ello abre la posibilidad de una negociación que debe ser aprovechada, como lo ha dicho el general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos. Toda guerra desata una dinámica que sale muy pronto fuera del control de los protagonistas, y esta guerra no es la excepción.
Para poder dialogar, Occidente debe de hacer un esfuerzo por entender a Rusia. Desde la Doctrina Monroe de 1823, Estados Unidos ha considerado toda intromisión de poderes extranjeros en el Continente Americano como una amenaza directa a su seguridad (“peligrosa a nuestra paz y seguridad”, en palabras del propio presidente James Monroe). Con base en eso reaccionó Kennedy hace 60 años, durante la crisis de los misiles en Cuba. La conciencia de las bases de su propia seguridad, sin embargo, no ha impedido que Washington atente contra las de Rusia. En 1990, Estados Unidos prometió al presidente Gorbachov que la OTAN no crecería hacia el este. Con esa seguridad, Moscú aceptó la disolución del Pacto de Varsovia y la reunificación de Alemania. Pero la expansión ocurrió: empezó con Clinton (Polonia, Hungría, República Checa) y siguió con Bush (Estonia, Letonia y Lituania, Bulgaria y Rumania, Eslovenia y Eslovaquia). En 2007, Putin advirtió que la expansión de la OTAN representaba “una seria provocación que reduce el nivel de confianza mutua”. Washington no hizo caso: anunció, al año siguiente, su crecimiento hacia Ucrania y Georgia, en el corazón del Mar Negro. Hace poco, Estados Unidos y Australia se escandalizaron tras ser conocido un pacto de seguridad entre China y las Islas Salomón… a 3,000 kilómetros de Australia. ¿Cómo no entender entonces el rechazo de Rusia a que crezca una alianza militar hostil hasta su frontera?
La expansión de la OTAN era, dijo George Kennan, el gran diplomático y pensador americano, ideólogo de la política de contención frente a la URSS, “el comienzo de una nueva Guerra Fría”. Kennan consideraba que Estados Unidos debía abandonar, incluso, la política de la defensa pública de las democracias liberales y los derechos humanos en el mundo. “La tendencia de vernos a nosotros mismos como el centro de la iluminación política y como maestros en gran parte del resto del mundo”, dijo, “me parece impensable, vanidosa e indeseable”. Kennan se opuso a la expansión de la OTAN. Describió su expansionismo como “un error estratégico de proporciones potencialmente épicas”. Tenía razón. Para que pueda haber paz, Ucrania debe recibir las seguridades más absolutas de que estará a salvo de una agresión. Y Rusia también.