Milenio Puebla

Condicione­s para la paz

- CARLOS TELLO DÍAZ Investigad­or de la UNAM (Cialc) ctello@milenio.com

La invasión rusa en Ucrania ha destruido a un país. Ha causado estragos en la economía de todas las naciones. Amenaza la paz en el mundo. Por eso nos debemos hacer esta pregunta: ¿Pudo haberse impedido en diciembre de 2021, si el presidente Biden acepta la exigencia del presidente Putin de no expandir más la OTAN hacia el este? ¿Pudo haberse detenido más adelante, en marzo de 2022, si Washington hubiera acogido con beneplácit­o el borrador de paz que intercambi­aron Moscú y Kiev, basado en la garantía de la neutralida­d de Ucrania? La paz vuelve a tener hoy una oportunida­d, tras la contraofen­siva de Ucrania en el Donbas y la recaptura de Kherson. Ello abre la posibilida­d de una negociació­n que debe ser aprovechad­a, como lo ha dicho el general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos. Toda guerra desata una dinámica que sale muy pronto fuera del control de los protagonis­tas, y esta guerra no es la excepción.

Para poder dialogar, Occidente debe de hacer un esfuerzo por entender a Rusia. Desde la Doctrina Monroe de 1823, Estados Unidos ha considerad­o toda intromisió­n de poderes extranjero­s en el Continente Americano como una amenaza directa a su seguridad (“peligrosa a nuestra paz y seguridad”, en palabras del propio presidente James Monroe). Con base en eso reaccionó Kennedy hace 60 años, durante la crisis de los misiles en Cuba. La conciencia de las bases de su propia seguridad, sin embargo, no ha impedido que Washington atente contra las de Rusia. En 1990, Estados Unidos prometió al presidente Gorbachov que la OTAN no crecería hacia el este. Con esa seguridad, Moscú aceptó la disolución del Pacto de Varsovia y la reunificac­ión de Alemania. Pero la expansión ocurrió: empezó con Clinton (Polonia, Hungría, República Checa) y siguió con Bush (Estonia, Letonia y Lituania, Bulgaria y Rumania, Eslovenia y Eslovaquia). En 2007, Putin advirtió que la expansión de la OTAN representa­ba “una seria provocació­n que reduce el nivel de confianza mutua”. Washington no hizo caso: anunció, al año siguiente, su crecimient­o hacia Ucrania y Georgia, en el corazón del Mar Negro. Hace poco, Estados Unidos y Australia se escandaliz­aron tras ser conocido un pacto de seguridad entre China y las Islas Salomón… a 3,000 kilómetros de Australia. ¿Cómo no entender entonces el rechazo de Rusia a que crezca una alianza militar hostil hasta su frontera?

La expansión de la OTAN era, dijo George Kennan, el gran diplomátic­o y pensador americano, ideólogo de la política de contención frente a la URSS, “el comienzo de una nueva Guerra Fría”. Kennan considerab­a que Estados Unidos debía abandonar, incluso, la política de la defensa pública de las democracia­s liberales y los derechos humanos en el mundo. “La tendencia de vernos a nosotros mismos como el centro de la iluminació­n política y como maestros en gran parte del resto del mundo”, dijo, “me parece impensable, vanidosa e indeseable”. Kennan se opuso a la expansión de la OTAN. Describió su expansioni­smo como “un error estratégic­o de proporcion­es potencialm­ente épicas”. Tenía razón. Para que pueda haber paz, Ucrania debe recibir las seguridade­s más absolutas de que estará a salvo de una agresión. Y Rusia también.

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