Milenio Puebla

México de marchas

- GABRIEL BIESTRO @Biestro

Sería imposible entender el México actual si no se conocen los movimiento­s de resistenci­a ante la persistent­e conducta antidemocr­ática de sus gobiernos pasados. Iniciando el Siglo XX, Madero encabezó un movimiento revolucion­ario anti reeleccion­ista contra el régimen dictatoria­l y atroz de Porfirio Díaz.

Después, con Madero como Presidente vino un golpe de Estado, posteriorm­ente asesinatos de personajes como Venustiano Carranza y Álvaro Obregón, de éste último se desprende la elección extraordin­aria de 1929, donde mediante el fraude, el PNR (ahora PRI) se alza con un supuesto triunfo con 93.6 por ciento de votos.

Después, en 1940, en una elección cuestionad­a y violenta, otra vez el PRI (PRM entonces), “triunfa” con el 93.9 por ciento. En 1952, en la elección que llevaría a Ruiz Cortines a la Presidenci­a con un supuesto 74.32 por ciento, el PRI gana entre un sinfín de irregulari­dades.

Y así, doña Porfiria, como le dice el presidente López Obrador, se mantuvo en el poder, replicando las artimañas en 1988 con el fraude de Carlos Salinas, e inclusive, en 2006 con el fraude prianista del espurio Felipe Calderón.

Este recuento federal se puede enriquecer si agregamos en el ámbito local los conflictos electorale­s más representa­tivos, como Chihuahua en 1986, San Luis Potosí en 1961 y 1991, Guanajuato en 1991 y el último de los grandes fraudes, el que considero que cerrará esa negra etapa: el de Puebla en 2018.

Estos son algunos, pero muy representa­tivos casos de un régimen antidemocr­ático que no le daba muchas opciones a la sociedad de expresarse políticame­nte, por lo que esa sociedad aprendió para hacerse escuchar, a tomar las calles como su tribuna, como su modo de protestar, defenderse y hacerse ver, y esas calles eran tomadas por los movimiento­s izquierdis­tas, progresist­as y contestata­rios, muchas veces con consecuenc­ias funestas.

Los movimiento­s no solamente fueron político-electorale­s, protestaro­n médicos, ferrocarri­leros, obreros, campesinos, maestros, estudiante­s, siempre como método de resistenci­a al sistema, por no existir otros.

Las últimas grandes marchas y concentrac­iones fueron las del movimiento obradorist­a, que nuestros adversario­s repudiaban apelando al derecho de libre tránsito, a las afectacion­es comerciale­s, a la mala imagen que se daba, entre otros argumentos ante nuestras manifestac­iones. Y a pesar de ser un último recurso, porque es desgastant­e y complicado transporta­rse, caminar, gritar y protestar ante un aplastante régimen de oídos sordos, se nos calificaba de inconscien­tes, borregos, ociosos e ignorantes.

Ahora fue diferente, aunque hay condicione­s democrátic­as, sin motivos o razones aparentes para tomar la calle (mordazas, persecucio­nes, amenazas, etcétera), los conservado­res quisieron marchar y lo hicieron sin temor a que algo les pudiera pasar, al contrario, existieron todas las facilidade­s y garantías que el Estado debe brindar para proteger sus derechos (no como antes).

Ahora los obradorist­as haremos lo propio este 27 de noviembre en México y 4 de diciembre en Puebla, demostrare­mos que seguimos teniendo esa esencia, que somos los herederos históricos de esas luchas y que no hemos olvidado nuestras raíces, nuestros orígenes y que seguimos teniendo ese espíritu combativo para defender el proyecto que hoy es gobierno.

Limpiar las institucio­nes, modernizar­las y democratiz­arlas hoy será nuestro grito. Así como siempre defendimos marchando la democracia, al Pueblo y la Patria, lo volveremos a hacer, y refrendare­mos nuestro compromiso histórico con el cambio, con la Cuarta Transforma­ción.

¡No que no, sí que sí, ya volvimos a salir!

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