Los partidos, a esos sí urge reformar
Parece una obviedad, pero habría que recalcarlo: el Presidente de la República gobierna para todas las personas mexicanas.
López Obrador, desde el megáfono del régimen, difama y se distrae. Sigue insultando no solo a políticos, sino a la gente que se manifestó contra su propuesta electoral.
Desde Palacio habla de racismo, mientras sus seguidores agreden a propios y extraños (ver las redes de Gibrán).
Discrimina, según sus palabras, a quienes vienen de abajo y se volvieron ladinos. Apunta y da lecciones de clasismo desde el privilegio.
Ayer, como líder del grupo dominante (donde continúan muchos de los influyentes millonariazos de siempre, más los que se acumulen este sexenio), habló de oligarquías.
Aprovechando estos dichos, valdría la pena poner la mira en lo que es verdaderamente necesario transformar: las oligarquías partidistas.
Esas sí son una desgracia y un peligro. ¿Realmente votamos por quienes queremos? ¿O elegimos a los menos nefastos, en una oferta producto de enjuagues cupulares?
Si la democracia no empieza con la posibilidad de que la ciudadanía proponga y vote candidaturas que aparecen en las boletas, todo es simulación.
Los partidos en México tienen, por lo menos, tres graves problemas:
1. Nos salen carísimo.
Una tercera parte del presupuesto del INE va para ellos, además de lo que reciben en los estados. Eso, por hablar solo de lo legal y transparente.
2. No toman en cuenta a la sociedad. Con algunas excepciones, son una clase que se recicla a sí misma. Obstaculiza la llegada de los mejores perfiles. Y cada vez está más penetrada por el crimen.
3. Acaban decidiendo y negociando qué es lo que se reforma y qué no, bajo sus intereses. Ahí están los Alitos y compañía, por poner un ejemplo.
En conclusión, con este sistema que permanece y se afianza con AMLO, al pueblo se le usa, no se le considera.
Aquí entre nos
Andrés Manuel señaló que no habrá acarreados en su marcha del domingo 27 de noviembre. “No sé de dónde sacan de que vamos a hacer un acto con acarreados”, enfatizó.
Quién sabe de dónde, ¿verdad? Remarcó que no es necesario llevarlos, porque tiene 70 por ciento de aprobación. “La gente viene por su propio pie”, aseguró.
Pues ojalá, porque generalmente estacionan los camiones con los miles de “espontáneos” sobre las conflictivas calles de Luis Moya y alrededores.