Milenio Puebla

Entre suspiro y suspiro

Un restaurant­e mexicano en Madrid fue donde Fernando Savater conoció a Karen, su esposa. La autora recuerda la canción que relata esas palabras, de Felipe Valdés Leal, quien convenció a José Alfredo de grabar su primer disco

- PALOMA JIMÉNEZ GALVEZ* *DOCTORA EN LETRAS HISPÁNICAS

Si el amor busca lo irrepetibl­e es porque apunta hacia lo sublime del encuentro

Entre suspiro y suspiro, Karen y Fernando tuvieron su primera cena juntos. México unió a esta pareja por su cultura, gastronomí­a, costumbres y atractivos turísticos; pero, sobre todo, por sus canciones. Entre suspiro y suspiro es el nombre de un restaurant­e mexicano ubicado en una zona céntrica de Madrid, vecino a la Ópera. Entre suspiro y suspiro es también la anáfora de una de las canciones del maestro Felipe Valdés Leal, que cantaba Jorge Negrete. “Entre suspiro y suspiro no encuentro el olvido, me está matando el querer…”.

Aprovecho para contarles que fue este gran compositor quien animó a mi padre a grabar su primer disco, siendo así su primer arreglista y director artístico. Don Felipe tiene algunas de las canciones más tradiciona­les de nuestro acervo, muchas han dado la vuelta al mundo, entre ellas “El ausente”, “Mi ranchito”, “Rosita Alvírez”, “Tú sólo tú”. Entonces, bajo su dirección, José Alfredo comenzó grabando algunos temas que Valdés Leal le sugería de compositor­es ya conocidos, intercalán­dolos con otros de su autoría.

Resulta que esta vez, la ilusión viaja en avión, pues la luna de miel la proyectaro­n para el otoño, y octubre fue el mes que recibió a la pareja que había contraído nupcias en mayo. Karen de Juan y Fernando Savater llegaron a Oaxaca a celebrar. Como dato curioso recuerdo que una de las canciones románticas más emblemátic­as, aunque no sea de José Alfredo, es la que señala que “de las lunas la de octubre es más hermosa, porque en ella se refleja la quietud…”.

Un día después de la charla sobre el amor que dio Savater en la FILO de Oaxaca, leo en el periódico que el escritor español declara: “…yo soy muy amante de José Alfredo Jiménez y me gustan muchísimo sus canciones. José Alfredo siempre cantaba sobre el amor, aunque a veces era sobre el amor frustrado”. Sus palabras me animaron para solicitarl­e una cita y poder tener una plática con él.

Fue así que me contó que durante su fiesta de boda habían estado escuchando canciones de mi padre. En esta nueva etapa, Fernando y Karen se introducen en un mundo raro, que no necesariam­ente exige decir una mentira, pues sabemos que el filósofo lo que busca es encontrar la verdad; sin embargo, esta paradoja es la utopía de “Y si quieren saber de tu pasado, es preciso decir una mentira: di que vienes de allá, de un mundo raro, que no sabes llorar, que no entiendes de amor y que nunca has amado…”.

Porque para Fernando no es su primera experienci­a en pareja. Treinta y cinco años de su vida estuvo acompañado de Sara y esas vivencias quedaron plasmadas en el libro que presentó en la FILO recienteme­nte. Si el amor busca lo irrepetibl­e es porque apunta hacia lo sublime del encuentro. La vida permite aventurarn­os, aunque en ello se corran peligros y la contingenc­ia juegue un papel importante. De ahí que la esperanza que señala a veces el filósofo, se vislumbra en uno de los temas que le gustan, “Si nos dejan”:

“Si nos dejan, buscamos un rincón cerca del cielo; si nos dejan, hacemos con las nubes terciopelo. Y ahí, juntitos los dos, cerquita de Dios, será lo que soñamos. Si nos dejan, te llevo de la mano, corazón, y ahí nos vamos…”.

Buscar lo irrepetibl­e es para Fernando Savater la meta del amor, como un fin en sí mismo. Desear, en cambio, es parte de la naturaleza de la vida humana, por ser insatisfac­toria; pues, como bien enseña el budismo, pertenece a uno de los reinos del deseo. Fue un encuentro muy gratifican­te el que tuve con el maestro Savater. Le agradezco su tiempo y más le agradezco su afición por las canciones de mi padre. Señaló que son muchas las que le gustan, por ejemplo:

“Amanecí otra vez entre tus brazos y desperté llorando de alegría; me cobijé la cara con tus manos para seguirte amando todavía…”.

Amanecer apunta al limbo del horizonte, a esa travesía ritual de renovación, precisa y cotidiana que nos llena de esperanza.

“Yo me volví a meter entre tus brazos, tú me querías decir no sé qué cosas, pero callé tu boca con mis besos y así pasaron muchas, muchas horas”.

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EFE “Le agradezco su tiempo y más le agradezco su afición por las canciones de mi padre”.
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