Milenio Puebla

“Tenía el sueño de escribir todos los libros, los posibles y los imposibles”

Mircea Cârtârescu, Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, marca las coordenada­s de su obra con la impronta de la infancia

- ÁNGEL SOTO FOTOGRAFÍA ISABEL INFANTE

Cada vez que se presenta ante una audiencia hispanopar­lante, Mircea Cărtărescu convierte los escenarios en catedrales del aforismo. Con la determinac­ión de Confucio, el narrador lanza proverbios que reverberan como encantos. En Colombia le preguntaro­n sobre su mudanza de la poesía a la novela, y el autor de Solenoide sentenció: “La poesía es el arte de la juventud”.

Considerad­o el escritor vivo más destacado de la literatura rumana, Cărtărescu ha perfeccion­ado su laconismo gracias a la aceptación unánime del público que lo lee en castellano. Aunque comparten un origen común, las melodías de la lengua española y de la rumana pueden sonar tan distantes como una doină1 y un son jarocho. Por ello, en casi todas sus aparicione­s públicas en España o Latinoamér­ica, a Cărtărescu lo acompaña Marian Ochoa de Eribe, traductora al español de buena parte de su obra, publicada en la editorial madrileña Impediment­a. Con ella ha establecid­o una relación simbiótica. Cărtărescu no desperdici­a la oportunida­d de elogiarla (incluso ha comentado generosame­nte que Ochoa habla un mejor rumano que él). Verlos interactua­r durante una charla es como presenciar un pas de

deux entre bailarines del Bolshói. Mientras Marian Ochoa traduce en directo, Cărtărescu espera con sonriente paciencia.

Nacido en Bucarest en 1956, Cărtărescu fue reconocido este año con el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. Es el segundo autor rumano que recibe esta distinción (en 2016 la obtuvo Norman Manea). Su obra, plagada de escenarios oníricos, delirios, mundos interiores y ciertos elementos autobiográ­ficos, atraviesa sin contratiem­pos la frontera entre la fantasía y la realidad. Comenzó sus andanzas literarias en la poesía en la década de 1980. Por entonces formaba parte de un grupo conocido como “la generación de los blue jeans”, y ya desde entonces cosechaba galardones y el reconocimi­ento de sus colegas. En 1990 —poco después de la revolución que derrocó la dictadura comunista que durante un cuarto de siglo timoneó Nicolae Ceaușescu — publicó El levante, un experiment­o poético que recrea una aventura a través de la historia de la literatura rumana. En 2021, Impediment­a publicó su Poesía esencial en una edición bilingüe, donde se reúnen textos elegidos personalme­nte por el autor.

Con frecuencia, Cărtărescu explica su teoría sobre la caducidad de los poetas (no más allá de siete años, ha dicho). Fiel a esa máxima, en 1993 viró su producción literaria hacia la narrativa. Lo hizo con Nostalgia, un libro de relatos que le concedió reflectore­s internacio­nales. Años más tarde, publicó dos obras monumental­es, considerad­as hasta ahora el culmen de su creación: Solenoide y la trilogía Cegador. No obstante su éxito incuestion­able, el rumano sostiene con premeditad­a modestia que no ostenta una carrera próspera.

Enrique Redel, editor en español de Cărtărescu, ha dicho que su obra “nos enfrenta con la extrañeza, con la inocencia, con la visión casi extasiada de la realidad. Toda su obra es de una tremenda carga poética. Se lanza a un torrente expresivo que podría ser una especie de enorme poema”.

Lector fervoroso de Ernesto Sabato, Gabriel García Márquez y Jorge Luis Borges, Cărtărescu ha conseguido edificar un puente del tamaño del Océano Atlántico entre Rumania (para muchos, esa isla latinoamer­icana enclavada en Europa) y el mundo hispánico. En esta entrevista para

Laberinto, el escritor desmenuza su óptica literaria y comenta, entre otras cosas, sus ideas sobre el fracaso, la frustració­n, la religión y la infancia.

Es autor de una obra muy nutrida en distintos géneros .¿ Hay algo en la literatura que todavía le represente un desafío?

Casi todo. La literatura es interminab­le, y la vida de un autor es muy corta. Cuando empecé a escribir, hace 50 años, tenía el sueño de escribir todos los libros, los posibles y los imposibles, incluidos los que ya estaban escritos (à la manière de Pierre Menard). Me odio a mí mismo por no haber podido escribir la Divina comedia, la Hypnerotom­achia Poliphili, el Ulises o La

muerte impúdica. Al recordar los libros que logré escribir, solo siento consternac­ión: Pude explorar, escribiénd­olos, apenas un milímetro cuadrado de mi cerebro, trazar unas cuantas conexiones entre mis sinapsis. Mi consuelo es que aún tengo tiempo, aún tengo fuerzas para mantener la pluma entre mis dedos, así que quizás en el futuro consiga cumplir mi viejo sueño.

Usted se ha descrito como un lector crónico,que lee todo lo que cae en sus manos. Pero ¿qué disfruta hacer cuando no está leyendo o escribiend­o?

Al igual que un escritor, que si lo es verdaderam­ente nunca deja de escribir, porque cada vez que ve, oye, siente o piensa algo lo plasma en una página imaginaria, un verdadero lector lee todo el tiempo, incluso cuando está dormido. Yo leo libros en mis sueños; tengo una biblioteca con libros que solo existen en los sueños. Algunos los he escrito yo, otros los han escrito otros escritores. Se trata de libros reales, de novelas largas y mara villosas. Pero cuando intento sacar eso libros a la superficie, explotan como l haría un pez abisal. Nunca recuerdo s contenido cuando me despierto. Pero a cabo de un mes o un año vuelvo a soña esa biblioteca, con los mismos libro que, mientras sueño, me sé de memoria

¿Conserva una mirada literaria hacia e mundo aun cuando no está frente a la pá gin a en blanco? Es decir ,¿ la literatura e posible incluso cuando se está realizan do otra actividad?

Para mí, no existen fronteras entre la v da y la literatura. Están a ambos lado de una banda de Möbius, nunca se sab cuándo una desemboca en la otra. Es co mo en “La continuida­d de los parques” d Cortázar. Cuando estoy en el escritorio entro en una especie de trance, mi per sonalidad cambia por completo, súbita mente. Me siento como una pluma en l mano de otra persona. No escribo yo, so una mera herramient­a o un portal por e que la escritura sale al mundo. Incluso e los periodos en los que no escribo, milibr sigue creciendo en mí, como el niño crec en el vientre de su madre. La madre pu ed hacer cualquier cosa: trabajar, ir de com pras, ir al cine. Durante todo ese tiempo e niño crece solo, porque el principio dec re cimiento está en el niño, no en la madre.

El narrador de Solenoide es un escrito fracasado. Usted, por el contrario, h tenido una trayectori­a próspera. Si embargo, ¿existe la frustració­n en s labor creativa? ¿Cómo lidia con ella?

Nunca tuve una carrera próspera. Si hu biera sido así, habría sido famoso a los 3 años. Ahora tengo 66, y poca gente meco noce. De hecho, mi aprendizaj­e de la lite ratura fue un proceso torturante: extre madamente largo y terribleme­nte difíci Era muy pobre al principio de mi carrera viví en una dictadura hasta los 34 año Conocí el hambre, el frío y el miedo en lo años ochenta. Conocí los celos y el odio d muchos de los escritores de mi país en mi

Incluso en los periodos en los que no escribo, mi libro sigue creciendo en mí

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